ADELAIDA: A pasos lentos me acerco al carruaje donde se encuentran las dos mujeres y con una sonrisa perversa lo abro lentamente. —No nos haga daño por favor. Grita mi hermana mientras se abraza en el cuerpo de la mujer que le dió la vida y sonrío. —Vaya, no sabía que eran tan cobardes. Digo con burla y ambas abren los ojos para mirarme. —Oh, gracias al cielo que eres tu Adelaida, pensé que eran unos bandidos. Dice la señora mayor con alivio y comienzo a reír. —Si, que alivio. Digo mirandolas y mi hermana se endereza y me mira de manera altiva. —Me alegra que seas tú, ahora sacanos de aquí, no podemos perder lel tiempo. —Claro, con mucho gusto. Murmuro y levanto mis manos haciendo que mis niñas levanten el carruaje para luego lanzarlo con suma fuerza al bosque. —¿Vienen conmigo? Le pregunto a Marla y Lili. —Gracias por la invitación, pero nos quedaremos aquí, ve y diviértete. Dice Marla tomando a Lili por los hombros y yo asiento caminando al bosque. Mi caminata se de
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