Catalina estaba tumbada en la cama, abrazando su peluche, con lágrimas en las mejillas, luciendo realmente desdichada.—¿Quién dice eso? Tu hermano te sigue queriendo igual que antes. Y ahora tienes a otra persona que también puede quererte y cuidarte. ¿No te parece bien?—¡No quiero que ella me quiera! No me gusta. Hermanito, ¿puedes cambiar de cuñada, por favor? La pretendiente que nuestros padres eligieron para ti es perfecta. A mí me encanta. Es elegante, culta y encajaría contigo a la perfección.—Pero a esta cuñada la quiero yo —dijo Jorge, palabra por palabra, con firmeza.Al escucharlo, Catalina se quedó paralizada, con las lágrimas en las pestañas, sin siquiera parpadear, mirando a su hermano sin poder creerlo. Conocía demasiado bien a Jorge. Cuando él decía que le gustaba alguien, lo decía en serio, y no cambiaría de opinión fácilmente.Jorge era una persona muy obstinada y leal, y cuando se enamoraba, podía guardarlo en su corazón por muchos años.—¿Por… por qué ella? ¿Qué h
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