No estaba segura ni cómo ni cuándo se entregó a Andrei, no lo recordaba con exactitud, solamente recordaba que había bebido, que bailó y que posteriormente estaba en la gloria con el intimidante mafioso entre sus piernas, haciéndola sentir la mujer más deliciosa del planeta. Estaba ruborizada, y lo único que se repetía una y otra vez en su mente era que estaba intimando al fin, y que se sentía jodidamente estupendo.Él tomó sus manos y las llevó a su pantalón, quería que ella estuviera involucrada con él en el mismo espacio físico y que estuviera pensando lo mismo que él, no que se dejara comer por el nerviosismo. Elisa lo miró, él sonreía travieso y ella rió. Qué tonta era, no debía reír, debía lucir sexy.—Qué niña eres… —la regañó él con gracia.—Sí, no debería serlo —se puso seria, sacando sus manos del pantalón para acariciar su mejilla porque le gustaba hacerlo.Andrei la tomó de la cintura para incorporarla, sentándola sobre sus caderas mientras él descansaba su espalda en el
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