—¿Qué cosa es esa? —Pablo se quedó sorprendido.Mientras Pablo seguía confundido, Diego cambió de tema:—Si no tienes nada que hacer, mejor vete.—¿Por qué estás tan misterioso últimamente? Además, tú e Irene...—Veo que realmente no tienes nada que hacer. —Diego respondió con desdén—. ¡Lárgate ya!Pablo se apoyó en la ventanilla del coche y dijo:—¿No será que... te has enamorado de Irene?En un instante, el rostro de Diego se tornó aún más sombrío. Pablo, al ver su reacción, soltó una risa estruendosa:—¡Es una broma, una broma! ¿Quién no sabe que a ti te gusta... Bueno, bueno, mejor no digo más.Dicho esto, se dio la vuelta para irse, pero Diego, atrapado en sus pensamientos por las palabras de Pablo, se quedó en silencio. Tras un buen rato, encendió el motor y se marchó. Pablo, cuya coche estaba estacionado a un lado, vio salir a Diego y esbozó una leve sonrisa, aunque no muy sincera. Continuó esperando.Sin embargo, cuando llegó la hora en que Irene decía que saldría del trabajo,
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