Irene, en estos últimos días, se sentía realmente agotada, pero no podía hacer nada al respecto, justo le había llegado el período. Al ser abrazada por Diego, decidió relajarse, apoyándose en su pecho y cerrando los ojos. Su rostro mostraba un tono pálido y sus labios habían perdido el color vibrante que solían tener.Diego, irritado, la sostuvo con fuerza. Aunque su expresión era sombría, su mano que la abrazaba era firme y cálida.Irene se dio cuenta de que se había detenido y abrió los ojos. Era una habitación sencilla, con solo una cama, un armario y un escritorio.—¿Puedo ir al baño? —preguntó.Diego la dejó en la puerta del baño. Para su sorpresa, la habitación tenía un baño privado. Pensando en que ella y sus cinco compañeros compartían una habitación, con el baño al final del pasillo, no pudo evitar sentir un poco de envidia.Pero al entrar al baño, Irene sintió que iba a llorar. Tenía en su bolsillo una toalla sanitaria de repuesto, pero quizás por el flujo abundante, había ma
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