Irene lo miró, sintiendo que su historia de amor no correspondido de cinco años podría, tal vez, llegar a su fin esta noche.—¿Y si... yo digo que sí? —preguntó.—Irene, esa broma no tiene gracia —respondió Diego, mirándola fijamente.—¿Broma...? —Irene se rio con ironía—. ¿Crees que esto es una broma? Tienes razón, en tus ojos, de hecho, soy un chiste.—¿Qué quieres decir, Irene? —Diego estaba confundido, sin poder aclarar sus pensamientos—. ¿Es otro intento de hacerme divorciar?—Diego, nunca has pensado en dar tu amor en esta relación, ¿verdad? —Irene sacudió la cabeza.—No. —Diego respondió sin pensarlo.Las palabras de él le dolieron el corazón a Irene.—Quiero regresar, a vivir con mis compañeros. —dijo Irene, sin querer seguir hablando—. Diego, déjame en paz.Diego sentía que ella hablaba en un idioma extraño, sin decir la verdad, y eso lo enojaba.—¡No! —gritó, agarrando su muñeca y llevándola hacia adentro—. Tienes que quedarte aquí, no hay discusión.Irene se sentía agotada,
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