Capítulo 0144
—¿Un montón de trabajo? ¿Cómo voy a acompañarte? Si no tienes nada que hacer, mejor vete, que estoy ocupado. —dijo Diego.

—¿Cómo va la intensidad del entrenamiento? Yo también puedo ir. —preguntó Pablo.

—Normal. —respondió Diego—. Pan comido.

—Para ti es pan comido, pero para los demás no. Por cierto, ¿cómo está Irene? Siempre ha sido un poco mimada, ¿ha llorado esta vez? —dijo Pablo.

Diego se quedó en blanco, recordando a una niña pequeña, con un aspecto adorable. Ella lloraba, su abrigo blanco lleno de manchas de tierra. Pablo, que tenía siete u ocho años, la miraba con desdén.

—¡Qué llorona! ¡Qué pesada! ¡Qué molesta! —decía.

—Diego, ¡no juguemos con ella! ¡Las lloronas son las peores! —Pablo miró a Diego.

Diego recordaba que no le parecía molesta; incluso había querido consolarla, pero Pablo lo había arrastrado lejos.

Luego vio a Julio acercarse y tomar la mano de Irene. No sabía por qué, pero se enfadó y corrió de vuelta.

—¡Llorona! ¡Qué pesada! —gritó, y eso hizo que Irene llorar
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