Se acomodó entre sus piernas desnudas, tocándole la piel, fascinado por la suavidad. La yema de sus dedos le recorrían esa extensión que comenzaba y terminaba en la mariposa y podía sentir como el cuerpo se le prendía fuego. Su mirada era osada, atrevida, le brillaban los ojos, se mordía apenas la boca, respiraba con dificultad. No podía creer que toda esa mujer hermosa y llena de vida quisiera estar con él, entre sus brazos. Esa boca le estaba pidiendo que la besara, pero él quería tanteársela. Se la recorrió con un dedo y descubrió que era tan suave y delicada como la piel de sus piernas.Adele no pestañaba, lo miraba fijo a los ojos. Dio un paso hacia adelante y la sintió, sintió ese calor húmedo que lo esperaba. ¡Dios! Tuvo una descarga de algo por el cuerpo porque pudo sentir un leve, imperceptible temblor en su espalda. Y ella gimió bajito, con la boca casi cerrada, cuando lo apreció también. Quería tenerla de inmediato, se estaba refrenando porque sabía que una vez que lo hicie
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