Analía levantó la vista al cielo. La luna comenzaba a brillar entre las nubes, y elevó una plegaria hacia ella, esperando que los ayudara. ¿Cómo podía ser que, después de todo lo que habían vivido, terminaran nuevamente en la misma posición, atrapados y apresados por Stephan? El Cuervo, con el poder de las piedras, era prácticamente indestructible. El resto de los Reyes Cuervo estaban ahí, silenciosos, esperando el momento de la ejecución. No fue como la primera vez; no había público. Stephan parecía haber aprendido la lección de no ser tan arrogante. — Ahora los mataré de una vez por todas — , dijo Stephan rápidamente, y solo esa especie de reunión enaltecía su poderío como líder supremo del Alto Consejo. Quería demostrarles a los pocos Reyes Cuervo que habían quedado que él era quien tenía el poder. — Esta noche, bajo la luz de la supuesta madre que los vio nacer, — dijo señalando a la luna, — vamos a acabar de una vez por todas con esta maldición llamada lobos. Créanme que cuando
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