Alessia todavía sentía vértigo cuando miraba desde el balcón hacia las calles de Manhattan. Llevaban ya un par de meses en el nuevo departamento, en el mismo edificio, pero se encontraba varios pisos arriba y a veces, cuando había neblina, ni era posible ver el suelo de la ciudad. El anterior, en opinión de Matthew, resultaba pequeño para todos.Esa mañana de Navidad era fría. Los dedos de la mujer estaban enfundados en guantes gruesos, tenía un gorro de lana, bufanda y el abrigo más pesado que encontró en el armario. Lo más coherente era no poner un pie en el balcón a esa altura y a esas horas, pero era una costumbre de Alessia. Todas las mañanas de Navidad salía a tomarse un café. No importaba en dónde estuviera, era su ritual privado y eso no cambió ni al formar su nueva familia. Bebía su café, reflexionaba sobre el año que se iba y se ilusionaba con la reacción de Lea al ver sus regalos nuevos; ya podía emocionarse pensando también en las caras felices de Emery y Joanne.Y había
Leer más