Con estas palabras, Diego empezó a reconsiderar la situación. Esta persona era una completa extraña que seguramente se había acercado a él por algún interés propio, mientras que Lucía, después de todo, seguía siendo su sobrina. Aunque se sentía acorralado, debía cuidarse de quienes intentaban manipularlo. Su mirada se dirigió involuntariamente hacia la mujer oculta.La mujer, cada vez más nerviosa y enfadada, exclamó:—¡Está intentando dividirlos! Si no fuera por mis consejos, ¿crees que Lucía te daría el dinero voluntariamente? ¡Estamos colaborando!Sea como fuere, Diego tenía claro su objetivo. Mirando a Lucía, le dijo:—Lucía, dame el PIN y te prometo que ella no te hará daño.Lucía dudaba en confiar en él, pero antes de que pudiera decidir, el sonido de un automóvil llegó desde el exterior.Diego entró en pánico. Agarró a Lucía y colocó un cuchillo contra su garganta, mientras decía nerviosamente:—¡Hay alguien afuera!Lucía, sintiendo el filo en su cuello, apenas se atrevía a resp
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