30. ¡Resonancia!
PenelopeApoyado contra mí, Nicklaus lucha por mantenerse erguido. Sus gruñidos y refunfuños retumban como truenos suaves mientras lo ayudo a entrar en la cabaña, cada paso una batalla contra su orgullo. Su cuerpo herido pesa más de lo que imaginaba, y aunque él insiste en que puede manejarse solo, sus pasos tambaleantes y la sangre que empapa su camisa cuentan otra historia.—Déjame ayudarte, Nicklaus —digo, el tono más firme de lo que realmente siento. Cada fibra de mi ser está tensa, temiendo que se desmorone en cualquier momento.—No necesito ayuda —gruñe, el sonido vibrante y áspero—. Estoy bien.Sus palabras son tan tercas como él, pero las ignoro y lo guío hacia la cama. Lo obligo a sentarse, sus movimientos torpes y rígidos mientras se desploma en el colchón.—Estás actuando como un cachorro malcriado. Déjame que te cure —le digo, con una mezcla de exasperación y preocupación.Él vuelve a gruñir, un sonido bajo que retumba en su pecho, pero al menos se queda quieto. Una pequeñ
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