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Todos los capítulos de La mujer que conquistó al CEO: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Capítulo 11: ¿Leonardo cambió?
—Cachetitos...—No, no entiendes, Leoncito. Mi hijo es mi vida. Si él me lo quita, me muero —las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas.Me acerqué a ella y la abracé.—No permitiré que él te quite lo que más amas, Marisol, te lo juro.—¿Y qué puedes hacer tú? Su padre es muy rico y, por lo que vi, él tiene el apoyo de sus padres. No teníamos ni siquiera para comprar un auto, y ahora trae uno de lujo. Su familia nunca me quiso, dicen que solo me embaracé para obligar a David a casarse conmigo. Ellos me amaban cuando mis padres me apoyaban, pero después de que vieron que no ganaron nada con nuestro matrimonio, me hicieron la vida imposible. Si ellos contratan al mejor abogado, me van a quitar a mi bebé.Marisol no paraba de llorar. Comencé a limpiar sus lágrimas con mi pulgar.—Eso no pasará, cachetitos. No voy a permitir que te quiten a tu hijo. Él tendrá el apoyo de su familia, pero tú tienes todo el mío —afirmé con determinación.—¿Y quién eres tú? —preguntó Marisol, con l
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Capítulo 12: El tamaño de la inyección.
—¿Mamá, dónde está papá? —preguntó Mathias, jugando con su peluche mientras me miraba con esos grandes ojos llenos de curiosidad. Me congelé. No era fácil responder. ¿Cómo explicarle que su padre ya no estaría con nosotros? —Él... —mi voz vaciló mientras acariciaba su cabello con delicadeza, buscando fuerzas donde no había. —¿Papá te hizo llorar otra vez? —insistió, frunciendo el ceño como si estuviera listo para pelear—. Dime si lo hizo, y le doy una patada en el tobillo. No quiero que te haga llorar jamás. Quiero verte siempre riendo. Solté una pequeña risa, revolviendo sus cabellos suaves. Él estaba acostado entre sus juguetes, con una determinación que me enterneció. —No, amor. Yo fui quien le dio una patada en el tobillo esta vez. No volverá a hacerme llorar, lo prometo. Me recosté junto a él, y Mathias se acurrucó en mis brazos como si fuera su refugio. —¿Eso significa que se van a divorciar? —preguntó, su voz era más madura de lo que debería ser a su edad. Sentí que el a
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Capítulo 13: Quiero banano.
—Tal vez es por el tamaño de la inyección —mencionó Leo, con una mirada cómplice hacia mí, insinuando un doble sentido en sus palabras.—Oh, sí, el tamaño importa, ¿verdad? —respondí con una sonrisa juguetona, jugando junto con él en el juego de palabras.La doctora, ajena al intercambio de miradas entre Leo y yo, continuó con la consulta, pero noté una chispa de complicidad en su expresión al hablar sobre el tratamiento para Mathias. Parecía comprender la dinámica entre Leo y yo, y su gesto me hizo sentir más relajada ante la situación.—Sí, siempre es importante asegurarse de que sea del tamaño adecuado para causar el efecto deseado —agregó Leo con una risa suave, manteniendo el doble sentido en nuestra conversación mientras se acercaba discretamente a mí.—Definitivamente, no queremos que algo tan pequeño no cumpla su función correctamente —respondí, disfrutando de la complicidad entre nosotros mientras la doctora continuaba revisando a Mathias.—Entonces deberías usar una más gran
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Capítulo 14: ¿Por qué apagas la luz?
Quería que él me bajara al suelo, pero en lugar de eso, me llevó entre sus brazos hasta donde yo le indiqué que era mi habitación.La abrió con cuidado y entramos, luego la cerró con el pie.Sentía que tenía mi corazón en la garganta; ¿realmente esto estaba sucediendo?No podía creerlo. Leonardo era un hombre muy apuesto y en este momento estaba a punto de hacerlo solo mío.Le pedí que me bajara al suelo y caminé hacia el interruptor de la luz, decidida a apagarla. Pero él me detuvo con su voz cálida y profunda.—¿Por qué pagarías la luz? —me preguntó, con su tono lleno de curiosidad y ternura.¿Acaso no era obvio?—Me da pena que me veas... cuando tenía intimidad con David, él siempre apagaba la luz —mencioné avergonzada, bajando la mirada.—David sin duda es un idiota. ¿Por qué pagarías la luz? Quiero ver tu cuerpo, quiero verte totalmente. Quiero ver a la diosa que me vuelve loco, a la única mujer que ha logrado despertar tanto en mí. Marisol, eres la mujer más hermosa que he visto
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Capítulo 15: Llantos de felicidad.
—Leoncito, mantén tus manos alejadas de mí. Déjame ser quien mande ahora. Déjame explorarte —mencioné, sintiendo cómo toda la timidez y vergüenza que había experimentado momentos atrás desaparecía por completo.—Mar…Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando poco a poco comencé a bajar su boxer. No podía creer lo que estaba viendo.¿Acaso ese tamaño era normal?—¿Qué sucede? —preguntó Leonardo, viéndome con una expresión preocupada.—Eso es lo que… ¿eres humano? —pregunté, sin despegar la vista de aquello que no dejaba de mirarme, apuntando directamente hacia mí.¿Cómo era posible que un hombre pudiera ocultar ese tamaño y grosor dentro de un pantalón?Definitivamente, Leonardo no era de este planeta.Se sentó en la cama conmigo entre sus piernas, acariciando mi cabello por unos instantes antes de besarme. No dijo nada sobre mis locuras, pero de alguna manera me gustó que lo hiciera. Ese silencio me hacía sentir especial.Sin pensarlo dos veces, lo empujé nuevamente sobre
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Capítulo 16: Ellas están locas y se las llevó la policía.
—Mami —gritó mi Matías y corrió a abrazarme.—Mi niño lindo, ¿ya te sientes mejor? —le pregunté mientras le tocaba la frente; él me respondió con un beso en la mejilla.—Sí, mami, ya no me duele la cabeza y ya no tengo fiebre. Tu novio está preparando el desayuno. Me voy a bañar para alistarme para la escuela, mami —me jaló un poco para susurrarme al oído.—¿Qué pasa, mi amor? —pregunté intrigada.—Él me gusta para ti —me dijo, dejándome en shock, y después vi a mi hermoso hijo salir corriendo.—¡Matt, no corras en las escaleras! —grité.—¡Sí, mami! —respondió antes de cerrar la puerta de su habitación con un portazo.—Creí que... —comencé a decir, pero me quedé en silencio al ver que Leonardo volteaba a verme.Él se acercó, me tomó por la cintura y me subió a la barra de la cocina. No dijo nada, solo me acomodó el cabello detrás de la oreja y me besó.Le correspondí el beso, enredando mis dedos en su cabello.—Buenos días, linda cachetitos. ¿Cómo dormiste? —me preguntó con una sonris
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Capítulo 17: El Precio del Coqueteo ( Angie).
★ Angie Desde que nos subieron al auto patrulla, supe que no podíamos permitir que nos llevaran a la cárcel sin intentar algo. Mi mente trabajaba a toda velocidad mientras buscaba una forma de desviar la atención. El policía que conducía tenía el ceño fruncido y el uniforme ajustado al cuerpo, proyectando una seriedad implacable. Pero noté algo en su mirada, un leve destello de curiosidad que me dio la primera pista. —¿No te parece que ese uniforme te queda un poco... apretado? —comenté con una sonrisa traviesa, tratando de aligerar el ambiente. Él giró la cabeza brevemente hacia mí, sin dejar de mirar al frente. Sus labios se tensaron, pero no pudo evitar responder. —Señorita, mantenga la compostura —ordenó con tono firme, aunque su voz había perdido un poco de su dureza inicial. Aproveché el momento. Si había logrado romper un poco el hielo, quizá podía seguir avanzando. Jugueteé con un mechón de mi cabello, inclinándome hacia él. —Es solo una observación, oficial. Pero si me
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Capítulo 18: Eso no es de tu incumbencia.
★ Leonardo —¿Qué quieres, Tay? —pregunté a mi hermana mientras me encontraba con ella en su consultorio. —¡Estoy muy molesta contigo, Leonardo Ruiz! —exclamó, visiblemente irritada. —¿Ahora qué pasó, queridísima hermana? —comenté tomando asiento en una de las sillas frente a ella. —Sabes lo que hiciste... —mencionó, cruzándose de brazos. —Sí, claro. Si ya terminaste de darme vueltas, me iré. Debo ir a la oficina... —Tú nunca vas a la oficina a menos que sea altamente necesario; siempre trabajas desde casa, y tus empleados ni siquiera conocen al CEO de la empresa Ruiz. Eres como esos jefes encubiertos que salen en la televisión, así que no veo el caso de que vayas. —Eso no es de tu incumbencia —me puse en pie y ella me tomó del brazo. —Estoy molesta porque ya no le volviste a llamar a mi amiga Karla. Dijo que ustedes dos se entendieron muy bien, pero después de pasar la noche juntos ya no la llamaste. ¿Así que era eso? —¿Quién es Karla? —pregunté mirando mi reloj. Tengo que i
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Capítulo 19: Contrano empresarial.
—No, ya se fueron. Solo que una de ellas creyó que podría burlarme dándome un número falso. Pero ni siquiera sabe con quién se metió. Quiero venganza. Solo te informaba de eso, Jhonatan, Ian y Kerem saldrán esta noche a beber. ¿Quieres venir con nosotros? —me comentó John, con su tono característico de querer sacarle provecho a la vida. —No —respondí de manera firme. —No seas amargado, Leonardo. Siempre atraes a las mujeres y eso es bueno para nosotros. Podemos pasar una noche muy activa —insistió, intentando persuadirme. —John, no me interesa. Además, tengo novia —repliqué, dejando claro mi compromiso. —Entonces los rumores son ciertos. Felicidades, amigo. Ya era hora de que sentaras cabeza —concedió, mostrando un atisbo de admiración por mi compromiso. —¿Y tú para cuándo? No puedes llorar toda tu vida por Lorna —le recordé, sabiendo que él también merecía encontrar la felicidad. —Ella era brillante, y sabes que cuando me enamoro solo soy hombre de una mujer. No como Jhonatan, I
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Capítulo 20: La rogona está suelta.
★ Itzel Lo bueno es que salimos libres. El simple pensamiento de pasar años en prisión me provoca escalofríos. Una mujer como yo no pertenece a un lugar así. No solo por mí, sino por mis gatitos. ¿Quién cuidaría de ellos si yo estuviera encerrada? Angie y Andreina se marcharon juntas, dejándome sola. Sus risas se desvanecieron en la distancia mientras yo decidía qué hacer con mi día. Había perdido un día de trabajo, así que ¿qué más daba si me tomaba un rato para relajarme? Caminé al parque más cercano, era un lugar tranquilo donde los rayos del sol se filtraban tímidamente entre las ramas. Me senté en una de las bancas, intentando disfrutar del momento. Pero la calma no duró. La ansiedad de mi mente hiperactiva no me daba tregua. Saqué mi teléfono y comencé a escribir una de mis novelas, esa que llevaba meses abandonada. Mis dedos se movían con soltura por el teclado, casi como si tuvieran vida propia. En menos de veinte minutos, había escrito un capítulo completo. Aunque sabía q
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