Sentía que el corazón se le caía a pedazos y aún no era capaz de aceptar la verdad.—No, Lexy, por favor —suplicó y se acercó a ella con temor.La joven lo miró con grandes ojos y le devolvió la misma mirada severa que él le había consagrado anteriormente. Le dolía el juego cruel en el que caían y odiaba ver que el hombre no era capaz, ni lo suficientemente valiente como para aceptar la verdad.—Me confundes, Joseph y no quiero que lo sigas haciendo. Me follas y te quedas aquí, contándome de tu vida, besándome como si se te acabara el tiempo y abrazándome para dormir. ¡Si me vas a follar, hazlo y lárgate! ¡No te quiero aquí después del sexo! —gritó iracunda y tuvo una pequeña crisis de rabia, una que la obligó a contener las lágrimas para no romperse ante él.—No es así, Lexy, tú-tú no eres solo sexo pa-para mí —titubeó asustado y el cuerpo completo se le heló y le tembló con evidencia.—¿Es por lo que me dijiste anoche? —se atrevió ella, colérica.—¿Qué te dije anoche? —investigó él
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