Lisandro y Camila viajan en silencio por la ciudad, sentados uno junto al otro en la lujosa limusina. Las luces de la ciudad destellan a través de las ventanas. La tensión entre ellos es palpable, una mezcla de recuerdos compartidos y heridas no cicatrizadas.Lisandro ha salvado a Camila de una situación peligrosa, y ahora, mientras el coche avanza suavemente por las calles iluminadas, ambos se encuentran perdidos en sus propios pensamientos. Camila mira por la ventana, intentando procesar todo lo que ha sucedido, mientras Lisandro observa el camino, su rostro serio y concentrado.El trayecto se alarga, pero finalmente llegan a su destino. La limusina se detiene frente a un edificio elegante, y Lisandro sale primero, ofreciendo su mano para ayudar a Camila a bajar. Agradecida, ella acepta el gesto y lo sigue hasta la entrada del edificio.Al cruzar el vestíbulo, Camila se da cuenta de algo. Observa los alrededores y, para su sorpresa, reconoce el lugar. Es el mismo edificio en el que
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