Demitrius observa la actitud de su madre, sabe que por sus adentros está arrojando maldiciones, palabras que nunca serán emitidas por sus labios. Sin embargo, tanto Demitrius como Andreus tienen por seguro que, sea lo que esté pensando Elena Constantino, jamás la verán tomar una posición que no sea bajo su propio protocolo de cómo debe comportarse una dama de sociedad en situaciones incómodas. Así que ve cómo ella extiende sus manos y le brinda a la joven una falsa sonrisa. —Lo mismo digo, querida.Habla Elena mientras le sonríe a la joven con hipocresía, mientras que Ann sí le devuelve una sonrisa sincera. Andreus mira a su gemelo y con la mirada le advierte que tiene que mantener a la madre de ambos lejos de la joven. Ella es un alma noble que no reconoce la maldad en lo demás. Su madre, aunque le duela, no es la mejor persona y eso ellos lo saben. Demitrius de manera disimulada, asiente. —Papá, iré a saludar a Dionela, ella me prometió ayudarme con mi pintura, ¿puedo?Comenta Da
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