Sebastián, aún revisando el diseño, añadió con calma:—No te preocupes, ya investigué la dirección de correo. Pronto tendremos noticias.IQ era un enigma. No había información sobre él en ninguna parte, y ni los cazatalentos más prestigiosos del sector lo conocían. Parecía haber surgido de la nada.Sebastián especulaba que quizás IQ era alguien importante en la industria, pero que prefería mantenerse en el anonimato.El teléfono de Sebastián vibró. Era Killian. Antes de la reunión, Sebastián me había pedido que lo contactara para que participara de forma remota, pero no había respondido. Ahora, con la reunión ya terminada, finalmente decidía llamar.Sebastián miró el teléfono con desdén. El ambiente cambió, como si la ira contenida en él comenzara a emanar.Killian, a cargo de ASC, había fallado repetidamente, no solo en resultados, sino también en seguir las instrucciones de Sebastián. ¿Qué lo hacía pensar que podía seguir con esa actitud?Sebastián, con un gesto controlado, guardó el
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