Antes de que pudiera hablar, Juana dijo:—Sofía, ¿finalmente no aguantaste más?Solté una risa irónica.—Estabas esperando mi llamada, ¿verdad?Juana, con cierto orgullo, respondió:—Por supuesto, debes tener muchas preguntas para mí, ¿no?—¿Por qué no nos encontramos? —le propuse.—Está bien, elige el lugar —respondió Juana.—El mismo restaurante de la última vez. Sabes dónde es —contesté.Juana dudó un segundo y luego, con una sonrisa fría, dijo:—De acuerdo. Pero no quiero ver a nadie más. Si hay alguien contigo, no te diré nada.—Está bien, iré sola —aseguré.Me cambié a un vestido blanco, me puse un cárdigan y unos zapatos cómodos, y salí.Al llegar al restaurante, elegí una mesa junto a la ventana y pedí un café americano con hielo, pidiendo al camarero que añadiera un par de rodajas de limón.También pedí un bagel de sésamo negro para el brunch.Mientras comía, vi a Juana bajar de un Ferrari a través de la ventana. Llevaba unos pantalones deportivos blancos y una camiseta de ray
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