Tenía la intención de ir y enfrentarla, pero no sabía cómo. Le parecía extraño que esto estuviera pasando. Le parecía extraño, que ella, entre tantas mujeres, le haya mentido. Le haya ocultado una verdad como esa, la cual no merece perdón.No debió esperar demasiado, al final de cuentas, Valeria tenía razón y es una Torres y los Torres solo tienen en su cabeza el maldito dinero.Salió de su cuarto, molesto hasta las médulas, con la poca intensión de controlarse y, sin detenerse a pensar en nada, abrió la puerta de un solo tirón, para encontrarla dormida en la habitación que él mismo le había entregado, pensando en su comodidad.Emiliano tomó asiento en el sillón que se encontraba en una esquina y comenzó a observarla, como si fuera un demente, hasta que, Margaret se removió en su lugar y entonces, se sentó de golpe.— Señor de Lucca… ¿qué haces aquí?— Torres — musitó, pero aquella palabra se sintió helada, teniendo en cuenta que el hombre odiaba ese apellido —. Torres, Torres, Torres
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