Capítulo 83. El deseo del dragón
Durante la tarde, Antonio y Betsaida se acercaron al pueblo para comprar más conservas de coco y galletas para los niños. Todas las reservas se les habían acabado.Iván y Elena supervisaban desde su ubicación, sentados en la orilla, el profundo sueño de Ivana, que dormitaba dentro de una cuna portátil, y la importante expedición que los chicos realizaban en el agua, en busca de piedras para culminar la construcción de un fuerte que protegería el castillo de arena fabricado cerca de ellos.Según los niños, en pocos minutos llegaría una caballería enemiga para robar los tesoros que guardaban, conformado por conchas, semillas y diminutas piedritas de colores.—Nuestros hijos necesitaban esto —comentó Elena, disfrutando de la calidez que le aportaban los brazos y el pecho de Iván. Estaba sentada entre sus piernas, con la espalda apoyada en él—. Y no te niego que yo también.Iván besó su cuello mientras analizaba aquellas palabras. Que, aunque ella no lo pretendiera, resultaban como una es
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