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KATY NO SUPO COMO RESPONDER
Bill sacudió la cabeza.—No tienes ni idea de que eres la mujer más radiante de aquí.Katy se detuvo un momento y contempló su hermoso rostro, que se había vuelto muy querido para ella. Él la agarró con la mano, la sacó de la pista de baile y la condujo a un lugar tranquilo, junto a uno de los puestos vacíos.—Hay algo tan vibrante en ti, Katy… —declaró Bill—. Eres muy diferente a nadie que haya conocido. No puedo evitar preguntarme cómo sería estar contigo en casa. En Boston, quiero decir.Él inclinó la cabeza hacia ella, y Katy se atrevió a posar la palma de su mano en su pecho. Podía sentir el latido de su corazón, acelerado por el baile. —¿Te convertirías en una de esas mujeres que frecuentan los interminables y tediosos salones de Boston?Ella se encogió de hombros, sin querer romper sus reflexiones despreocupadas y sin saber cómo se comportaban aquellas otras mujeres.—No lo creo —continuó él—. Dudo que ningún entorno pueda cambiar a la franca y directa Katy Lenoi Nada ni nadi
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SU DELICIOSO SABOR
Al fin, Katy abrió los ojos, y allí estaba su fino rostro, sus labios cálidos ligeramente abiertos, sus ojos azules mirando a los suyos. Se lamió los labios y lo oyó gemir antes de que su boca volviera a aplastar la suya con un beso tan feroz que la habría asustado si no hubiera intentado devolvérselo con igual ardor.Él la abrazó con fuerza, aplastando la fina tela de su vestido, la cual se deslizó sobre sus pezones tensos. Aferró su nuca, con los dedos entre su cabello, forzando sus labios contra los de él mientras su lengua entraba en su boca, saboreando su dulzura. Bill sabía a ponche de frutas.Cuando él apartó su boca, el trueno en su cabeza se calmó un poco, y Katy abrió los ojos de nuevo para mirar los suyos. El deseo que vio no la alarmó. Después de todo, reflejaba su propia necesidad ardiente, que él había despertado con extrema facilidad. Ella no podía negar el calor sedoso que se acumulaba en su interior.Estaba cansada de esconderse en su casa, lejos de la vida que solo c
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¿ME QUIERES?
Katy escuchó el golpe de la puerta y los pasos de Gerald en el pasillo, y dejó su libro en la mesa del salón. Sin embargo, prepararse para un visitante nocturno inesperado y ver a Bill, sin abrigo, con el pelo empapado, de pie en la puerta, la sorprendió hasta lo imaginable.No podía controlar la sensación que comenzó en lo profundo de su interior ni el ritmo acelerado de sus latidos.¿Qué demonios estaba esperando? ¡Este hombre quería casarse con ella! Ella se levantó y casi saltó a sus brazos.Gerald se inclinó con discreción y cerró la puerta tras él.—Bill, ¿qué pasa? Parece como si... —se calló, incapaz de decir lo que su expresión significaba, ya que nunca la había visto antes, ni en la cara de Bill, ni en la de ningún hombre—. ¿Ha ocurrido algo?—Katy… —Él caminó hacia ella y la tomó entre sus brazos, sin importarle su ropa mojada, y dejó caer un beso en sus labios separados —. ¿No te casarás con el hombre que más te ama en este mundo?Katy se sintió aturdida, las lágrimas le p
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UN FINAL FELIZ
Aunque el aire estaba helado con el frío del invierno de noviembre, era un día perfecto para Katy. Caminó decidida por el pasillo de la Capilla del Rey en el corazón de la ciudad que había llegado a amar.Lily iba delante de ella. Llevaba una cesta de rosas blancas y rosas, y un vestido color crema que imitaba el de Katy. Thomas había llamado a esta «princesa», con su vestido de novia marfil, con su fina cintura, botones de nácar y mangas abombadas, que se estrechaban en unos elegantes y sencillos puños en el dorso de sus manos.El polisón estaba coronado por un gran lazo de seda sobre una gran cola plisada y drapeada. Su cabello castaño, recogido en un moño suelto, estaba adornado con flores William blancas y púrpuras, y sobre él llevaba un velo de gasa. Amelia había confeccionado el vestido por completo. Por su parte, Katy pensó que no le habría importado llevar un saco o nada en absoluto, mientras se abría camino entre los bancos llenos de gente.Su hermano caminaba a su lado, con
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