—No está a discusión. Quieras o no, debes ir conmigo, Vale. Yo tampoco quiero ir, pero lamentablemente el príncipe me pidió que fuera y casi me ordenó que tú, como mi esposa, debes ir. Aunque intenté oponerme y decir que tú no irías, él no accedió. Dio la orden de que fueras conmigo porque, según él, es tu deber al ser mi esposa —dijo Ethan, con frustración y resignación.Sus manos apretaban la taza de café, como si así pudiera desahogar su impotencia.Valentina, con una chispa de enojo en los ojos, respondió con sarcasmo:—Uy, ese maldito príncipe de pacotilla, como siempre arruinando todo y sintiéndose el gran señor. ¡Uf, desearía tenerlo aquí justo ahora para darle unas buenas patadas en sus genitales y ver si así se le baja lo presumido y arrogante!Ethan, que había tomado un sorbo de café, terminó escupiéndolo por las fuertes carcajadas que no pudo contener.—¿Acaso ya lo conociste? —le preguntó Ethan, aún riendo, mientras limpiaba las manchas con una toalla desechable.—Lamenta
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