La mujer parada frente a él que lo miraba con asombro y desconcierto era tan parecida a Deanna; el mismo cabello, ojos, hasta la postura de su cuerpo. Y la misma mirada incrédula. Tendría apenas unos 10 años más que él, aparentaba menos. La otra mujer, en cambio, tenía una enorme sonrisa en el rostro, el cabello blanco y una expresión de felicidad. Intimidado, Daniel Crusher estaba intimidado. Cuando Deanna les contó que se había casado, por qué y con quien, su madre se puso pálida, gritó, se enfadó y despotricó. Su abuela, por el contrario, no dejaba de felicitarla y hacer bullicio. -¡Será mejor que venga a dar la cara!- Le dijo su madre. -¡Si, si, tráelo, Deanna! Quiero ver a mi nuevo nieto – Estaban detrás del restaurante, que se separaba de la pequeña casa por un jardincito de hierbas aromáticas. Se sentaron a la mesa, Deanna junto a Daniel, sosteniéndole la mano debajo del mantel. Habían preparado café y algunos bocadillos, pero nadie bebía o comía. Philippa
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