Grité cuando David se deslizó dentro de mí, aunque no sentí ningún dolor fuerte, sintiendo como alguna lágrima que otra me caía por la mejilla de felicidad, mientras trataba de acomodar su miembro dentro de mi ser. Ese momento tan mágico, era como si estuviéramos solos en este mundo, ya que yo lo único que deseaba era que siguiera aquel hombre, haciendo lo que estaba haciendo, entrando y saliendo de mi, además de empujar cada vez con más fuerza contra mis caderas, era lo único que me importaba en ese momento, amar al padre de mi hija, de nuestra hija, aunque el aun no lo supiera y aunque yo tampoco le diría nada. De pronto empecé a sentir como mis músculos internos se tensaban y se flexionan acogiendo a su gran miembro, haciéndome sentir una gran ola de energía que se estaba acumulando y preparando para ser liberada de un momento a otro. Gemi y empuje contra David, deseando que me penetrara mas y mas, que se moviera el más fuerte y más rápido, pero cuando al final el placer me invadió
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