—Marta, le rogó, déjame ir a ayudar a mi hermano, — suplicó ella, con desesperación en sus ojos.En un bote a mitad del río, una anciana acompañaba a una joven. Eran nada menos que madre Serpiente y Marta.—Chica, aunque tu talento es asombroso, has entrenado poco tiempo. No eres una maestra aún, ni remotamente el rival de Ximeno. Deberías buscarte otro amante, — respondió madre Serpiente, negando con la cabeza mientras observaba atenta a Marta.—¡Juan, esta vez no te escaparás de la muerte! — pensó Felipito en silencio, apretando el puño en el bote en el que se encontraban los Custodios del Horizonte, mientras observaba sorprendido la escena con creciente expectación. Con la muerte de Juan, todo Crestavalle caería bajo su control. Entonces, todas las humillaciones que había soportado regresarían multiplicadas. Y en cuanto a Celeste, esa insolente que se atrevió a ignorarlo, una vez capturada, podría hacer con ella lo que le diera la gana.Juan permaneció imperturbable, sin moverse, h
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