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Todos los capítulos de Engaño al corazón: Capítulo 21 - Capítulo 30
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Capítulo 20. Tu esclavo.
«El novio de Alessa».La primera sorprendida con aquella afirmación fue, precisamente, Alessandra, pues no habían puesto nombre a lo que había entre ellos. Marcelo se había dado una oportunidad con ella; sin embargo, no hubo declaración de status en su relación. Estaba sorprendida, muy sorprendida por la actitud de Marcelo, pero también complacida al darse cuenta de que se estaba ganando el corazón del hombre al que amaba desde hace un largo tiempo.—Encantado, Marcelo. Ya Alessandra nos ha presentado, soy un amigo especial —expresó Samuel.Marcelo apretó los dientes al escucharlo, el tipo se complacía de ser llamado “especial”, aunque no podía negar que era atractivo, pero no era el tipo de hombre con el que Alessandra saldría, quizá, porque se veía unos años mayor que ella o solo era, porque no deseaba imaginárselos en un plan romántico. Ya con encontrarlos abrazados había sido suficiente para disparar sus celos, por lo que, no deseaba en su cabeza una imagen de ellos dos haciendo c
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Capítulo 21. Mi dulce de maní.
«Sí, soy tu novio y tu esclavo».Alessandra no pudo evitar estremecerse ante la confesión y la manera como Marcelo le había susurrado aquellas palabras. Su corazón se agitó y un cosquilleo le corrió y se instaló en su estómago, como si cientos de mariposas aletearan en su interior.—Te amo, Marcelo —dijo, antes de apoderarse de sus labios y dejar que la pasión tomara las riendas esa noche.Con una mano él la tomó de la cintura y la pegó a su cuerpo, mientras la otra se aferraba a su nuca, profundizando el beso. Sus lenguas se enredaron y danzaron a un mismo ritmo. Un ronco gemido salió de los labios de Alessandra cuando los dedos de Marcelo abandonaron su cuello y fueron deslizándose por su columna vertebral y la otra mano le acariciaba la cintura, subiendo a su omóplato. Marcelo sentía lo acelerado de su corazón, su cuerpo experimentaba cosas, emociones y sentimientos que le asustaban y excitaban en igual medida. El calor del cuerpo de Alessandra era irresistible para él y, saborea
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Capítulo 22. Lo mejor de mi vida.
Alessandra abrió los ojos cuando los rayos del sol se colaron entre las cortinas, se cubrió el rostro y sonrió. Su noche había sido… maravillosa, pues hicieron el amor hasta al amanecer.Su cuerpo estaba dolorido, pero era una sensación placentera, ella suspiró y estiró la mano para buscar el calor de Marcelo, pero, tal como la mañana anterior, ya no estaba a su lado. Ella giró el rostro y se encontró con una rosa roja y una pequeña nota en su lugar.“Buenos días, mi Dulce de maní, lamento no estar a tu lado para cuando despiertes, pero tengo un buen motivo. Te espero en la cocina, prometo no quemar el desayuno, ni causar un desastre en ella, mientras tanto, puedes darte un baño.Atentamente:Tu esclavo.”Alessandra sonrío y se mordió el labio, apartó las sábanas de su cuerpo y salió de la cama. No se molestó en cubrirse, estaba sola y no tenía problema con que Marcelo la viera de esa manera si llegaba a entrar, cosa que no iba a suceder, pues él estaba muy ocupado en la cocina. Moría
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Capítulo 23. ¿Te ha comido la lengua el ratón?
«Anoche».Marcelo abrió los ojos y se ahogó con el nudo que se le formó en la garganta al escuchar las palabras de su padre, Alessandra se apresuró para alcanzarle un vaso de agua, mientras Ricardo bebía de su taza de café con tranquilidad.—No llegaste anoche, ¿verdad? —preguntó, una vez recuperado. Marcelo no quería imaginarse a su padre escuchando lo que sucedía en su habitación, ¡era impensable! Iba a morirse de vergüenza si fuera el caso. Además, luego de la conversación que tuvieron, quedaría como un tonto, pues había negado su relación con Alessa.Ricardo se rio.—Haces un café muy rico, Alessandra, gracias, lo necesitaba luego de una noche de desvelo —dijo.Ella le sonrió, pues sabía muy bien que Ricardo no había llegado la noche anterior, sino esa misma mañana, muy temprano. De hecho, estuvo a punto de descubrirla vestida solo con la camisa de Marcelo, por suerte, ella se detuvo a tiempo en lo alto de la escalera cuando lo vio cerrar la puerta y volvió a la habitación para ve
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Capítulo 24. ¿Por qué vienes sola?
Marcelo lo tomó del brazo, lo sostuvo con la ayuda de Ricardo y lo alejaron de Ray para evitar un espectáculo que pudiera ser captado por las cámaras. Lo último que necesitaban en ese momento era empañar la felicidad de Kiara.—Nos vamos —le escuchó gruñir a su padre, llevándolo a la salida, necesitaban llegar a los autos y marcharse a casa.Marcelo podía sentir el enfado de su padre, pero sabía que se estaba conteniendo por su madre y hermanas.Mientras tanto, Alessandra caminó unos pasos más atrás, todo el revuelo causado por Ray le había impedido saludar a Kate y no se atrevía a hacerlo en ese momento que se veía bastante afectada, por lo que, decidió esperar a Marcelo junto al auto que estaba a varios coches de distancia.—Lamento esto —dijo Marcelo acercándose a ella, acariciándole el hombro.—Estoy bien, ¿cómo está Pat? —preguntó con preocupación.—Nada bien, Alessa. Mamá no debió enterarse de esto, y menos, de esta manera. Está furiosa y dudo mucho que se le pase con una simple
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Capítulo 25. El peor error de su vida.
El viaje hasta la empresa fue tenso, Marcelo podía imaginarse los motivos que llevaron a Joseph a buscarlo, era obvio que conocía la verdad. ¿Iba a reclamarle por haber sido el amante de Miranda? ¿Realmente era ese hombre peligroso y agresivo que ella le describió? Lo dudaba, creía, firmemente, que todo era una mentira de Miranda, para mantenerlo a su lado, siendo su segunda opción en caso de que su matrimonio fallara. Cosa que no creía posible ahora que ella esperaba un hijo. Marcelo entró al estacionamiento, bajó del auto y se dirigió a la entrada desde el subterráneo, saludó al guardia y subió hasta el último piso, donde Joseph esperaba. Un nudo se instaló en su garganta mientras el ascensor subía; sin embargo, era un hombre capaz de aceptar su culpa y de ofrecer una disculpa de ser necesaria.—Señor Ferreira —saludó el vigilante al verlo llegar.—¿Dónde está? —preguntó él, no quería perder el tiempo, pues sabía que Alessandra lo esperaba.—El señor Graves lo espera en su ofic
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Capítulo 26. No quiero perderte.
«¿Tienes algún arrepentimiento, Marcelo? ¿Quieres hablarlo?»Él la miró, intentó hablar, pero sintió la lengua pesada, como si se hubiese convertido en roca. Quería hablar con Alessa, pero no tenía el valor para confesarle que fue el amante de una mujer casada. Se odiaba a sí mismo por no poder hablar.—Marcelo… —lo llamó Alessa, acariciando su mejilla, sacándolo de su debate mental—. Está bien, supongo que todos tenemos algún tipo de arrepentimiento —añadió.Marcelo tomó la mano que lo acariciaba y le besó los dedos.—Y tú, ¿te has arrepentido de algo? —preguntó él.Ella asintió y sonrió.—¿De verdad?—Sí, me arrepentí de robarme la torta de chocolate que la abuela Janne había preparado para nosotros, no quería compartirla y me la terminé solita.Marcelo sonrió, aunque la pesadez en el pecho no se borró.—¿Te regañaron?Alessandra negó.—No tuvieron oportunidad, comí demasiado y terminé en el hospital —se rio, atrayendo a Marcelo al sillón.—¿Te enfermaste?—Me indigesté, ha sido lo
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Capítulo 27. Única y especial
Marcelo abrió los ojos y respiró el aroma del cabello de Alessandra, se había quedado dormido entre sus brazos y por primera vez desde que se quedaron en la misma habitación y en la misma cama, no hicieron el amor; sin embargo, se sentía bien así. No todo era sexo, con Alessandra conectaba con una simple mirada o una sonrisa.Él estiró la mano y con la yema de sus dedos acarició el rostro prefecto de Alessandra, dibujó sus pómulos, sus ojos y por último sus labios, arrancando un gemido bajo de ella.Marcelo sonrió.—Eres tan perfecta, tan única y especial —susurró.Alessandra se movió y acomodó mejor en los brazos de Marcelo, enterró la mejilla contra el pecho desnudo y atrapó su pierna entre las suyas.Marcelo suspiró, miró la hora en el reloj de la mesa de noche, era de madrugada.—Tengo que irme, cariño —le susurró en tono bajo.—¿Ahora? —musitó ella medio dormida.—Sí, tengo que pasar por casa antes de ir a la oficina. Tengo una reunión antes del mediodía, ¿te parece si comemos ju
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Capítulo 28. Aquí y ahora
Marcelo llevó a Alessandra a su restaurante favorito, había hecho la reservación en el área VIP, quería disfrutar de su compañía sin interrupciones.—¿Cómo le fue a tu madre en su cita? —le preguntó mientras comían.—Nada de qué preocuparse, se trata de un virus estomacal. Debió comer algo contaminado, pero ya la doctora le ha recetado medicamentos.—Me alegra que esté bien, aún tengo que disculparme con tus padres, ¿crees que pueda ser está noche?Alessandra dejó su cubierto y lo miró.—¿Vas a decirles que somos novios? —preguntó.Marcelo colocó la mano sobre la mano de ella y la acarició.—No, no es así como espero darles la noticia. Me gustaría que fuese algo especial, además, quiero hacerlo con nuestros padres reunidos y entre el enojo de mi madre por lo de Patrick y los preparativos de la boda de Kiara, es mejor esperar. Quiero que la atención esté sobre nosotros, Alessandra.—Bueno, en eso sí tienes razón. Tu madre debe estar volviéndose loca con los preparativos de la boda, la
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Capítulo 29. Su secreto
«Te haré el amor, aquí y ahora»Alessandra abrió los ojos, mientras observaba a Marcelo dejar un sendero de besos por su hombro y espalda, un gemido subió por su garganta y tuvo que morderse el labio para evitar que se le escapara. ¡Estaban en el vestidor de una de las tiendas más prestigiosas de la ciudad! Sin embargo, eso no parecía frenar los deseos y la pasión de Marcelo.—No-no po-podemos —tartamudeó ella, sintiendo un escalofrío recorrer su piel y erizar los vellos de su nuca.—¿Quién lo dice? —preguntó Marcelo, deslizando la punta de su lengua por la columna vertebral de Alessandra, mientras sus dedos abrían y dejaban caer el vestido a sus pies.Ella gimió cuando se quedó únicamente con su braga, pues se había quitado el brasier para probarse los vestidos. Alessandra vio con fascinación cómo sus pezones estaban duros y el peso de sus pechos le indicaba que estaba irremediablemente excitada.—Estamos en el vestidor, Marcelo, alguien puede vernos —musitó, al tiempo que un pequeño
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