La boda de Marcello y Ginevra fue la primera en celebrarse, y por supuesto, todos fueron invitados. Se mudaron a una propiedad en la que serían solo ellos y la familia que juntos formarían. El personal de servicio contaba con apenas una mucama, un jardinero y un chofer, pues Ginevra quería tomar su rol como ama de casa y hacer las cosas por su cuenta, como tanto había querido y soñado en silencio.Cuando la bebé nació, porque fue una niña, la llamaron emperatriz, y fue la adoración de Marcello, tanto que dedicaba largas noches a dormirla mientras Ginevra se recuperaba de una cesárea de emergencia bastante complicada.Por otro lado, Fabio y Florencia retomaron las vidas que habían pausado hace más de cinco años, y con su hija, se fueron a vivir a Roma.Florencia allí tenía su trabajo, y por ende, la vida que había hecho como madre soltera en un barrio común de la ciudad. Lo único que a Fabio no le gustaba era su vecino, que parecía demasiado interesado en ella, tanto que los celos comen
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