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Todos los capítulos de Una Monja para el Mafioso: Capítulo 61 - Capítulo 70
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61 - ¿Qué debemos hacer?
DANISHKA. — Sigo sin creer que tu casa esté dentro de una putísima cueva — gimió Lucía, mientras observa todo el lugar —. Entonces, ¿está es tu casa? Asentí. — Sí, aunque ahora entiendo porque teníamos una casa muy peculiar — respondí. Lucía tenía el ceño fruncido —. Mis padres eran personas muy importantes… en el mundo bajo. Puso una expresión de asombro y luego se relajó, respondiendo: — Cool. Mis padres eran drogadictos. Consumía lo que tus padres vendían. — Mis padres no traficaban drogas. Al menos no ese tipo de drogas. — ¿Armas? ¿Personas? — Negué —. Puedes abrir ese armario y pasarme la silla de ruedas. Lucía hizo lo que le pedí, y una vez acomodó la silla para mí, me observó. — ¿Había paralíticos en tu familia? — Sonreí y negué. — Mi familia creaba un tipo de droga más potente. Ayudaba a sus hombres a recuperarse de forma más rápida, y esa misma droga con el tiempo de convirtió en un arma, porque los hombres se volvían más fuertes. — Como los soldados de invierno — re
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62 - Te correrás en mi polla.
— Voy a reproducir el suero de mamá, pero voy a darle una mejora — respondí, mientras caminaba con lentitud —. Más duración y más resistencia al dolor.Entonces, me tomé el tiempo y busqué todo lo que necesitaba para recrearlo, y agradecía la predisposición de Roman y mi nueva amiga para ayudarme.Las horas pasaban y no lograba mi propósito, y de repente, las horas se volvieron días. Días en los que Roman, me prohibió inyectarme el suero.Cuando ingresó por primera vez, admitió que estaba sorprendido. Le costó horas encontrar el punto de acceso de este lugar, pero que lo hizo gracias a Saúl, también me obligaba a comer y comprender lo que hacía porque se sentía inútil.Saúl ingresó de forma apresurada en el laboratorio y nos miró desde la puerta.— El cargamento a arabia ha sido confiscado — informó.Roman se puso de pie, y se veía la furia comenzar a dominarlo. Sus manos se cerraron en puños mientras intentaba controlar su respiración agitada y muy pesada.— ¿Quién?— La misma mujer,
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63 - El suero de mamá.
La situación estaba compleja. Lo sabía por las caras que ponían Roman y Saúl. El tío del primero según escuché, estaba demasiado cabreado por que el jefe de la mafia ha desaparecido y necesita su presencia en el mundo de los negocios.Por eso, estoy parada rente a él, observándolo seriamente. Roman mira a sus espaldas fingiendo buscar a alguien, pero sabe que es a él a quien estoy mirando y desafiando con los ojos.— ¿Qué sucede, pajarita? Te escuché hablando con Saúl respecto a los negocios y que tu tío te necesita — suelto.Se remueve incómodo.— Puede arreglarlo.— ¿Realmente puede? ¿O solo no as porque tienes la necesidad de cuidarme? — pregunté.— Siempre que estoy lejos, pasa algo y eso me rustra demasiado. O te secuestran, intentan matarte o huyes — suspira —. Y si vuelve a pasarte algo yo…— Esta vez no escaparé. Ve a hacer tu trabajo, Roman y yo haré el mío — manifesté.— ¿Me estás dando una orden, pajarita? — Sonreí —. Espera ver cuando estés completamente recuperada, y te a
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64 - Martita.
ROMAN.El sol del mediodía brillaba sobre las calles empedradas mientras conducía hacia el almacén donde mi tío me aguardaba. Una reunión con los árabes se aproximaba, y la anticipación burbujeaba en mi pecho. Era una oportunidad crucial para consolidar alianzas y expandir nuestros negocios en el mercado negro.Mis labios se curvaron en una sonrisa confiada mientras avanzaba, disfrutando del cálido abrazo del sol y del bullicio de la ciudad que me rodeaba. La vida con mi mujer era cada vez mejor, y estaba bastante feliz de lograr ser aceptado y correspondido; pese a que la situación aún siga tensa.Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí en ese día soleado. Mientras me aproximaba al almacén, fui abordado por varias camionetas de los cuales bajaron una banda hombres como lobos hambrientos. Aunque mis guardaespaldas reaccionaron al instante, la emboscada fue rápida y brutal.El caos estalló a mi alrededor, el sonido de golpes y gritos llenaba el aire mientras luchaba por mant
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65 - Solo eres el anzuelo para ejecutar mi plan.
— ¿Crees que te mantendré con vida mucho tiempo? Tú no me importas demasiado — rezongó la falsa amiga de mi mujer. — ¿Y crees que tú a mí sí? Quizás le importes a mi mujer — bufó —, y te va a doler ver el odio en sus ojos cuando te mire. ¿Sabes por qué? Porque es la única persona que te quiere en este mundo, la única persona que daría la vida por ti. Vi el rostro de ella romperse por un segundo, pero entonces lo endureció y me mostró una sonrisa. — Golpéenlo hasta que calme su arrogancia, pero no lo maten — ordenó, y aunque odiaba estar en esta situación, no demostraría debilidad menos antes una puta como ella. Simplemente sonreí y sabía cuánto le molestaba. Mis músculos gritaban de dolor mientras las cuerdas cortaban mis muñecas, una tortura lenta y constante que había estado soportando durante horas. Los hombres que me tenían prisionero parecían disfrutar cada gemido de agonía que escapaba de mis labios, pero no les daría la satisfacción de verme rendido. — ¿Crees que aguantará
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66 - No hables de mi madre.
El sonido del teléfono de casa me sobresaltó, enviando un escalofrío por mi espalda. Nadie sabía ese número, nadie excepto yo, porque pertenecían a mis padres. Mis manos temblaban mientras me acercaba al aparato, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cada toque del teléfono parecía un eco ominoso en la quietud de la casa.— ¿Hola? — dije, tratando de mantener la calma en mi voz, aunque mis nervios estaban al borde del colapso.Hubo un instante de silencio, y luego una voz distorsionada, apenas reconocible, resonó al otro lado de la línea, enviando un escalofrío por mi columna vertebral.— Danishka... — susurró la voz, haciendo que mi corazón se detuviera por un instante —. Sabía que estarías ahí.— ¿Quién es? ¿Qué quieres? — pregunté con urgencia.— Tenemos a Roman y si no apareces pronto, no volverás a verlo. — Antes de que pudiera obtener una respuesta, el teléfono se deslizó de mis manos y golpeó el suelo con un estrépito sordo.Corrí fuera de la habitación, con el corazó
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67 - Pensé que no vendrías, Dani.
La sangre me hervía y lo único que deseaba tanto en este preciso momento era volarle la cabeza con un solo disparo, pero en el fondo sabía que no era lo correcto.— Dani, debes calmarte — susurró Saúl detrás de mí.— Si yo fuera ella, ya hubiese presionado el gatillo. — Estoy segura que Saúl le dio una mirada de advertencia —. ¡¿Qué?! Habló de su madre. No puedes ser tan cobarde y hablar de alguien que no puede defenderse.— Dale pequeña, presiona el gatillo — dijo —. Sé que no te atreverás porque eres igual que ella.— ¿Letal?— Cobarde — Sonreí y aquello lo desconcertó.Un recuerdo fugaz invadió mi mente de ella hablando conmigo. Una lágrima se escapó de mis ojos.— No es cobardía, es respeto — respondí —. No mataré al hombre que mi madre amaba y por el cual me iba a dejar aquí.Aquello lo desconcertó, dejándolo congelado en su sitio. No me quedaría a esperar a que dijera algo, porque yo tenía que salvar a mi hombre, a mi novio, a mi prometido. No sabía las condiciones en la que est
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68 - Desapareció.
— Pensé que nunca te conocería, aunque… ya lo hice, cuando fui a confesarme — Quiere molestarme —, y vaya confesión que tuve. Roman folla de…, creo que lo sabes.Me hallaba al lado de Roman en una habitación subterráneo, rodeada por la oscuridad que se cernía como un manto de sombras sobre mí. Mis sentidos estaban alertas, mis oídos atentos a cualquier indicio de peligro que pudiera acechar en la penumbra. Mis ojos escudriñaban el espacio oscuro, tratando de penetrar en la negrura que se extendía ante mí, pero todo lo que encontraba era un vacío impenetrable. Pero esa mujer, no podría conmigo.Levanté el rostro con arrogancia e hice una mueca de desagrado.— ¿Quién eres? — pregunté, mi voz resonando en el silencio con una mezcla de curiosidad falsa. Sabía quién era esta mujer.Una voz suave y melódica respondió desde las sombras.— Soy Sofía, la prometida de Roman — respondió, sus palabras flotando en el aire con una extraña calma.Arqueé una ceja ante la revelación, una sonrisa iróni
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69 - Te amo.
ROMAN.Estaba acostado sobre la maldita cama de hospital deseando salir de aquí de una puta vez, pero por orden de mi mujer no me han dado el alta, y la verdad… la verdad es que necesito verla. Desde que me sacaron de aquel lugar en condiciones vergonzosas, no se ha quedado a verme.La única persona que entra y sale de este calvario blanco es Saúl, y el demonio sabe cuánto odio verlo en estos momentos, que estoy a punto de mandarlo con él.— No pienso esperar ni un puto segundo más a que ella venga. ¿Dónde está y por qué no ha venido?Saúl, cansado de mi temperamento, se puso de pie y me presionó a la cama cuando vio mi intento de ponerme de pie.— Quédate.— No me toques. No olvides tu lugar — amenacé. Jamás me había tratado de esa forma.— No lo olvido. Me lo recuerdas todos los putos días, Roman; pero en este momento, entre ella o tú, le tengo más miedo a tu mujercita — respondió, y una sensación de orgullo se instaló en mi pecho —. Le cortó la mano a uno de nuestros hombres.— Ell
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70 - Cortaré su cabeza.
Después de días de estar confinado en la estrecha habitación del hospital, el momento de la partida finalmente llegó. Mis músculos aún se sentían débiles, mi mente embotada por la fatiga y el estrés, pero la idea de salir al mundo exterior, de respirar el aire fresco y sentir el sol en mi piel, me infundió una renovada sensación de vida.Miré a Dani, quien estaba sentada en el borde de la cama, con una expresión que era una mezcla de alivio y determinación. Habíamos pasado por tanto juntos en los últimos días, enfrentando desafíos que nunca hubiéramos imaginado, pero cada obstáculo solo había fortalecido nuestro vínculo.— Estás lista para salir de aquí, ¿verdad? — pregunté, tratando de ocultar mi propia ansiedad bajo un tono de confianza.Dani asintió con una sonrisa débil, pero sus ojos reflejaban una determinación feroz que me recordó por qué la admiraba tanto.— Más que lista — respondió, su voz firme a pesar del cansancio que se reflejaba en cada palabra.— Vamos a encontrarla, pa
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