Después de días de estar confinado en la estrecha habitación del hospital, el momento de la partida finalmente llegó. Mis músculos aún se sentían débiles, mi mente embotada por la fatiga y el estrés, pero la idea de salir al mundo exterior, de respirar el aire fresco y sentir el sol en mi piel, me infundió una renovada sensación de vida.Miré a Dani, quien estaba sentada en el borde de la cama, con una expresión que era una mezcla de alivio y determinación. Habíamos pasado por tanto juntos en los últimos días, enfrentando desafíos que nunca hubiéramos imaginado, pero cada obstáculo solo había fortalecido nuestro vínculo.— Estás lista para salir de aquí, ¿verdad? — pregunté, tratando de ocultar mi propia ansiedad bajo un tono de confianza.Dani asintió con una sonrisa débil, pero sus ojos reflejaban una determinación feroz que me recordó por qué la admiraba tanto.— Más que lista — respondió, su voz firme a pesar del cansancio que se reflejaba en cada palabra.— Vamos a encontrarla, pa
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