Atravesando el salón principal, Ulrich se dirigió a las forjas, donde el calor y el sonido del metal fundido llenaban el aire. Al llegar, encontró a algunos herreros trabajando arduamente, con el sudor brillando en sus frentes. Cuando notaron la presencia de Ulrich, sus manos se detuvieron y ojos abiertos de miedo se fijaron en él."¿Se está haciendo alguna estatua en este momento?" preguntó Ulrich, su voz grave e imperiosa.Uno de los herreros, temblando, respondió vacilante: "Sí, señor. Tenemos una en proceso de fundición de bronce.""Excelente," respondió Ulrich, depositando el cuerpo de Elara en el suelo con un golpe sordo. Los herreros intercambiaron miradas perplejas y horrorizadas ante el cuerpo de la vizcondesa."Pónganla allí dentro," ordenó Ulrich, indicando el molde donde pronto caería el bronce líquido.Uno de los hombres, visiblemente en estado de shock, intentó objetar: "Majestad, ¿está seguro de lo que está pidiendo?"Ulrich se volvió hacia el hombre, su mirada helada y
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