Daniel, al ver a esos dos seres hermosos y maravillosos, quedó asumido en un instante, pero luego muy rápido reaccionó acercándose a ellos y engulléndolos en un fuerte abrazo. Al cual se unieron los otros acompañantes.Daniel, dejando salir unas cortas lágrimas de sus ojos, se apartó un poco de ellos y asombrado preguntó. —¿Cómo es esto posible? Miren sus tamaños, su edad, ¡no han pasado dos meses aún!—¡No seas tarado! Observa en el lugar donde nacimos, aquí se vive diaria, no vez los días pasar y el no dormir es tormentoso, ya llevas días de su mundo en este lugar — dijo la dulce niña con las manos en su pequeña cintura mirando fijamente a su papá.Los demás escuchaban expectantes a lo que se decía, mientras que Daniel, en medio de su asombro y temeroso a la respuesta, volvió a dirigirse y preguntó. — ¿Y Rubí? ¿Su madre donde está?En esta ocasión fue el niño el que se dirigió a ellos, con voz suave, madura y clara, les respondió —Sé encuentra en las garras de Azora... Fue una ardu
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