Todos los capítulos de FUEGO SALVAJE. Una maldición de amor: Capítulo 21 - Capítulo 30
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CAPÍTULO 20. Solo conmigo
CAPÍTULO 20. Solo conmigoNo entendía. O mejor dicho, quizás no quería entender, porque aquellas palabras de su renacuajo no podían significar que…—¡¿Qué estupidez estás diciendo, Naiara?! ¡¿Qué es eso de solucionar qué problema?! ¿Qué…?—¡Que me voy a tirar a alguien esta noche! ¡Eso es lo que significa! ¡Así que quítate del camino que tengo de todo menos tiempo para perderlo contigo! —siseó ella tratando de pasar a su lado, pero entre la impresión y la tos incrédula, Samuel no la dejó ni acercarse a la camioneta.—¡¿Pero te volviste loca?! —la increpó.—¡No, me volví cínica! ¡Gracias por la puñetera contribución! —exclamó ella sin saber qué era aquella mezcla de rabia con dolor que le estaba deshaciendo el corazón—. ¡Quítate, Samuel!—¡No, claro que no! ¡No te vas a subir a ese auto y no voy a dejar que hagas una estupidez de la que mañana te vas a arrepentir! —intentó convencerla.—¡¿Y por qué me voy a arrepentir?! ¡¿La gente se arrepiente de follar?! ¡No lo creo!—¡Pues de follar
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CAPÍTULO 21. Un fuego perfecto
CAPÍTULO 21. Un fuego perfectoQuizás su cerebro pudo haber hecho un clic en ese momento, pero si Naiara era honesta, el que dominaba en aquel momento era su cuerpo. El problema era que ni razonamiento tenía para ser honesta porque aquel instinto que se adueñaba de todo era absolutamente desconocido para ella.No era que las cosas jamás se hubieran puesto un poco calientes con Justin cuando eran novios, pero Naiara jamás había sentido la “necesidad” de estar con él. Y eso era exactamente lo que le pasaba con Samuel: urgencia, necesidad, desesperación, ansiedad, como si el hecho de que no la tocara le doliera en la piel, como si el hecho de que la tocara jamás fuera bastante, como si fuera enfermedad que no se le pasaba, o como una condenada maldición de la que no podía librarse.Sintió su boca devorando la suya y desconectó los últimos rastros de cordura que le quedaban. La ropa sobraba, y Naiara ni siquiera se resistió cuando sintió las mangas de su vestido bajando sobre sus hombros,
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CAPÍTULO 22. Un detonador
CAPÍTULO 22. Un detonadorHabía algo en él que no la dejaba respirar. Naiara no sabía si eran aquellos ojos, o el sudor que le perlaba el pecho, o los músculos en terrible tensión, o gruñidos de cazador hambriento que le salían entre los dientes apretados, o si solo era aquella sensación de calor intenso que él provocaba masajeando sobre su clítoris con fuerza.Lo único que sabía era que estaba perdida con él, que no le alcanzaba, que podía sentir aquella invasión abriéndola, sometiéndola, haciéndola estallar en pedazos y aun así no quería parar, no podía parar…—Eso, nena, despacio… shshshs… despacio…. Así… ¡ah!... así está bien… —Samuel se mordía el labio mientras sentía cómo entraba centímetro a centímetro.Un pequeño hilo de sangre corría hasta la hierba suave debajo de ellos, pero de la garganta de Naiara solo salían gemidos de placer, y él sintió que pecho se le hinchaba con el maldito orgullo de que lo peor había pasado y ella ni siquiera se había enterado.—¿Quieres un poquito
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CAPÍTULO 23. Siempre
CAPÍTULO 23. SiempreSamuel juraba que jamás en su vida había sentido tanto miedo como ese momento en que vio apagarse la mirada de la muchacha. Simba ladraba emocionado a su alrededor, pero ella se había quedado muda en un solo instante, y él había tendido solo unos segundos para envolverla en un abrazo antes de que cayera al suelo, lastimándose.—¡Naiara! —La sacudió con vehemencia entre sus brazos, golpeando suavemente su cara para que reaccionara—. ¡Naiara, nena…! ¿¡Qué pasa, renacuajo, qué te pasa, qué tienes…?!Por un segundo fue como si el miedo hiciera que todo el conocimiento que tenía de primeros auxilios se le borrara de la mente, pero luego solo la levantó contra su pecho y se la llevó a la cama.—Está respirando bien, muchacho, está respirando —murmuró dirigiéndose a Simba después de revisarla, porque el animal caminaba gimiendo a su alrededor, como si su dueño le hubiera transmitido toda su angustia. Samuel pagó el oído a su pecho y respiró cuando notó el latido fuerte y
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CAPÍTULO 24. Un hombre cruel
CAPÍTULO 24. Un hombre cruelEl rostro de Samuel se ensombreció en un segundo, y arrugó el ceño como si las palabras que estaban saliendo de la boca de Naiara fueran del todo incomprensibles para él.—¿Disculpa? ¿De qué estás hablando… cómo que Amanda…?Era evidente que sabía de quién hablaba, no había muchas Amandas en el pueblo como para confundirse, pero aquello no tenía ni pies ni cabeza.—¿De dónde sacaste eso, renacuajo? —la increpó, presintiendo el que origen de todo aquel maldito problema había sido eso.—Ella me lo dijo —respondió la muchacha con sinceridad.—¡¿Quééééé?! —exclamó Samuel abriendo mucho los ojos—. ¡¿Cómo que Amanda te dijo eso?! ¡¿Cuándo?!Naiara respiró hondo y se rascó la cabeza porque no quería ser el centro de ningún escándalo más.—Vine a devolverte tu ropa. Ya sabes, tu playera y tu calzón, el que me diste el día de la tormenta…—Ajá.—Y bueno… fui al taller a preguntarle a Sergio tu dirección y en la entrada me encontré con ella. Reconoció tu playera así
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CAPÍTULO 25. Un tiempo para dos
CAPÍTULO 25. Un tiempo para dosProbablemente estuviera esperando gritos, reclamos y hasta que Samuel se sintiera herido de todas las maneras posibles, después de todo, el hombre casi le estaba diciendo que se iba a poner un cinturón de castidad por ella, mientras Naiara le decía que no quería que hicieran público aquello. Sin embargo lo único que obtuvo fue él tomando su mano y regresado a casa sin decir una palabra.Tenía el ceño fruncido y nervioso, hasta que atravesó la puerta, pero cuando la cerró tras él toda su expresión pareció relajarse y solo se apoyó en el respaldo del sofá mientras la atraía hacia su cuerpo para abrazarla.—¿Quiero preguntar por qué? —murmuró en su oído y la escuchó respirar despacio, estrechándolo tan fuerte como podía.—Fue hace unos días —respondió Naiara con la cara oculta contra su pecho—. No hace meses ni años… todo lo de mi boda fue hace solo unos días, y no… no es tan simple como que se hubiera negado a casarse y se hubiera largado. Las cosas que p
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CAPÍTULO 26. Una desgracia
CAPÍTULO 26. Una desgraciaEl abuelo parecía furioso, al punto de no escuchar razones mientras Naiara corría tras él fuera de la casa.—¡Abuelo! ¡Deja eso! ¡¿Qué está pasando…?!Pero la primera respuesta que obtuvo fue un hombre elegantemente vestido que se acercaba a ellos. Debía tener más o menos la edad de su padre y a la muchacha le resultaba extrañamente familiar, pero no podía decir de dónde. Quizás era alguien que había conocido de niña, antes de irse a América, pero la verdad era que no lo recordaba.Lo que sí era evidente era que el señor Félix no lo quería cerca, porque estaba segura de que su abuelo no salía a recibir a todo el mundo con una escopeta.—¡¿Qué demonios quieres en mis tierras, Francisco?! —espetó furioso, cargando la escopeta, pero el hombre frente a ellos levantó las manos a la altura de la cabeza con un gesto inofensivo.—Solo vengo a hablar —respondió el hombre y Naiara frunció el ceño viendo aquella interacción.—¡Pues esto es propiedad privada y tengo tod
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CAPÍTULO 27. La familia Leal
CAPÍTULO 27. La familia LealNi siquiera era capaz de explicarlo, pero la boca de Samuel sobre la suya enviaba tantas descargas de placer a nada fibra de su cuerpo, que Naiara sentía como si estuviera a punto de quebrarse.Quizás era demasiado pronto para que aquello se les pasara, pero solo unos minutos después aquel fuego se hacía insoportable y él le daba la vuelta para que apoyara las manos en la puerta de la camioneta. Para cuando le subió aquel maldito vestido sobre las caderas ella ya estaba gimiendo con desesperación. Los dedos de Samuel se colaron en su sexo, haciéndola ahogar un grito y salieron de allí tan mojados que tuvo que apoyar la frente en la cabeza de Naiara y cerrar los ojos para no descontrolarse.—¿Por qué me haces esto, renacuajo? ¿No te das cuenta de que vine a enamorarte y todo eso? —le preguntó con un gruñido lleno de urgencia mientras sus labios le recorrían la curva del hombro hasta la oreja.Naiara solo tuvo un segundo para ver aquel lindo ramo de flores q
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CAPÍTULO 28. El mundo es de los valientes
CAPÍTULO 28. El mundo es de los valientesNaiara estaba nerviosa. Se había levantado muy temprano para ir con el abuelo al banco, y se alegró de que a él lo respetaran lo suficiente como para no hacerle un desplante. No le gustaba para nada lo que estaba sucediendo en el pueblo, pero jamás había asumido que aquella agresividad latente en los pobladores era precisamente por él.Sin embargo ese día el agente del banco le puso sobre la mesa todas las opciones de créditos, y también todos los motivos por los que le aprobarían aquella solicitud de inmediato.—Pero es que… ¿está seguro? —preguntó la muchacha con suspicacia y en la expresión del señor Félix pudo ver que él también lo encontraba extraño—. Estuve revisando y el historial de ingresos de mi abuelo en los últimos años no ha sido el mejor…—Sí, eso es cierto, pero don Félix ha sido cliente de este banco toda la vida. No podemos negarnos a ayudarlo —sentenció el gerente del banco con una sonrisa—. Vamos a poner a correr el proceso
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CAPÍTULO 29. Un hombre mediocre
CAPÍTULO 29. Un hombre mediocre—¡Te dije que no la buscaras! ¡Te advertí que no la acosaras! —exclamó Samuel entrando al despacho de su padre de un portazo, y Francisco Leal lo miró como lo miraba cada vez que su mayor orgullo se convertía en su mayor dolor de cabeza—. ¡Pero en lugar de eso me hiciste el caso del perro y te fuiste directamente a meter en la finca de los Bravo!Su padre se puso de pie y le hizo un gesto de fastidio.—¡Ay por favor, no fui a amenazarlos a punta de pistola! —espetó molesto—. ¡Cualquiera que te escuchara diría que fui a encañonarlos para que hicieran lo que quiero…! ¡Lo cual fue al contrario, por cierto, porque el que me apuntó una escopeta al pecho fue el desgraciado de Félix!—¡Porque sabes que no te quiere en sus tierras! —replicó Samuel—. ¿Para qué fuiste a meterte allí?—Pues para reiterar mi oferta de comprarle El Mirador. Félix Bravo es un viejo decrépito que no ha querido transar en todos estos años, pero pensé que a lo mejor la muchachita… —Fran
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