Cecil llamó a la puerta de su oficina pasadas las 11 de la mañana. -Pasa – Kathryn todavía estaba ocupada terminando de leer unos contratos, en una hora tenía una junta con algunos miembros de la Cámara de Comercio y no quería dejar nada pendiente. Planeaba tomarse la tarde. -Dejaron este sobre para usted, es del Padre William Antón – ¿Un sobre? Que extraño, ¿Por qué William le enviaría un sobre? ¿Acaso era una carta romántica? Sabía que podía ser tierno, pero esto era ridículo. -Gracias, Cecil – Esperó a que Cecil saliera para abrirlo, pero cuando vio el contenido el corazón se le aceleró. Fotos de William con una mujer, tocándose, besándose, su cara entre sus senos, ella semi desnuda. ¿Esto es un chiste? Su primera reacción fue de aprensión, repasaba cada fotografía una y otra vez mirando todos los detalles. La cara que él tenía con la cabeza tirada hacia atrás y los ojos cerrados. Después le dieron unas ganas inmensas de llorar, algo le dolió muy adentro del pecho, la invadió
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