Todos los capítulos de La Pequeña Esposa del Magnate Criminal: Capítulo 71 - Capítulo 80
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CAPÍTULO 71 – ¿Puedo verla?
Al salir de la cafetería, Andrea se dirigió hacia el hospital a toda velocidad. No sabía muy bien a quién preguntarle dónde estaba su hermana, por lo que decidió no perder tiempo y se encaminó hacia la recepción.—Buenas noches. Estoy buscando a una paciente que ha sido trasladada esta misma tarde. Su nombre es Camila Goodwin.La recepcionista, una mujer de unos cincuenta años con el cabello rubio peinado hacia atrás en una coleta sumamente tirante, y unas gafas de montura fina, alzó la mirada de la revista que tenía en sus manos y la miró con un gesto de cansancio.—¿Es usted familiar de la paciente? —preguntó la mujer con voz monótona, casi como si se tratara de un robot.Andrea suspiró, preguntándose qué tipo de selección de personal realizaban para que en todos los lugares a los que iba se encontrara con recepcionistas que siempre estaban de mal humor.—Sí, soy su hermana. Acaban de avisarme de que ha sido hospitalizada y me gustaría hablar con el médico que está a cargo de ella —
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CAPÍTULO 72 — ¿En qué momento lo había reconocido?
—Andrea, ¿dónde estás? —la interrogó su padre, en cuanto ella atendió la llamada—. Te estuve buscando. Pensé que estabas en tu habitación. ¿Dónde te has metido? Andrea suspiró, se humedeció los labios y observó a su hermana, antes de responder. No estaba muy segura de cómo tomaría su padre aquella noticia, sin embargo, él debía saberlo.«Debí haberlo llamado antes, o haberle avisado que saldría», pensó.Sin embargo, la noticia la había tomado tan desprevenida y había causado tal impacto en ella, que ni siquiera se había detenido a pensar en la preocupación que su ausencia despertaría en su padre.—Estoy en el Hospital Central —dijo, sin pensar, y se arrepintió inmediatamente.—¡¿Qué?! ¿Cómo? ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —James lanzó las preguntas, una tras otra, como una ametralladora, casi sin respirar.—S-sí, papá, estoy bien —afirmó Andrea con la voz llena de pesar.—¿Entonces? ¿Qué pasa? ¿Qué haces en el hospital? —preguntó James, evidentemente desconcertado.—Papá, es Camila —resp
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CAPÍTULO 73 — ¡Maldición!
Cuando el médico regresó a la habitación para indicarles que el tiempo asignado con Camila había terminado, Andrea, Alex y James salieron hacia el pasillo. En ese momento, Alex le dirigió una breve mirada al padre y a la hermana de su esposa antes de encaminarse hacia la salida. No podía ni quería pasar más tiempo con James Goodwin.—Alex, espera, ¿podríamos hablar un momento, por favor? —preguntó Andrea, sintiendo la mirada fulminante de su padre sobre ella.Alex se volteó y miró a Andrea antes de lanzarle un rápido vistazo a James.—Discúlpame, no creo que sea un buen momento —respondió Alex sin ninguna expresión en su rostro y con la voz fría.Alex imaginaba la cantidad de preguntas que tenía Andrea. Sin embargo, lo mejor era que su padre se las respondiera. Era momento de que James Goodwin se hiciera cargo de lo que había hecho.—Alex, por favor… —insistió Andrea con gesto de pena.Sin embargo, él no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer.—Lo siento, Andrea, pero considero que
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CAPÍTULO 74 – No puedo permitir que te ahogues en una botella.
Después de buscar Alex por alrededor de una hora, en cada rincón de la ciudad donde creía que podría encontrarlo, Leo finalmente llegó al último sitio que le quedaba por revisar; un bar que se hallaba a solo un par de kilómetros del hospital, y que pertenecía a la cadena de bares de su amigo.Desesperado, Leo se adentró en el local, sintiendo cómo la música pulsante golpeaba su pecho. Con paso decidido, se acercó al área principal, donde la multitud bailaba y conversaba animadamente. Sus ojos escudriñaron cada rincón en busca de su amigo, mientras se abría paso entre la gente y esquivaba mesas y sillas ocupadas. Sin embargo, los rayos de las luces estroboscópicas destellaban a su alrededor, dificultándole ver con claridad, por lo que casi le resultaba imposible distinguir los rostros de quienes lo rodeaban.No obstante, Leo continuó buscando a Alex entre el tumulto, recorriendo cada rincón del lugar con la mirada. Hasta que, finalmente, distinguió a su amigo de pie junto a la barra co
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CAPÍTULO 75 - ¿Quieres decir que Alex es…?
Cuando Andrea y James Goodwin llegaron a la mansión, la muchacha se bajó del coche con determinación, apresurándose hacia la entrada mientras su padre la seguía con paso más pausado, evidenciando el cansancio en su andar. Andrea se detuvo en la sala, dejando que la calma del lugar contrastara con la urgencia de sus pensamientos, mientras observaba a su padre entrar, sintiendo la imperiosa necesidad de confrontarlo.Había llegado el momento de desentrañar los secretos que él había guardado celosamente, no solo de ella, sino también de su hermana. Era hora de exigir respuestas.James Goodwin se adentró en la vivienda con un gesto cansado, cerrando la puerta tras de sí. Andrea lo observó con determinación desde la sala, esperando a que él se acercara. Cuando finalmente lo hizo, ella lo enfrentó con una mirada firme y decidida. —Bien, ya estamos en casa. Este es un lugar mucho más tranquilo para conversar, ¿no? ¿Por qué no te sientas y me cuentas absolutamente todo? Procura no ocultar n
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CAPÍTULO 76 – ¿Qué hijo?
Andrea abrió los ojos de par en par, asombrada por lo que su padre acababa de confesarle. ¿Cómo que Alex era su primo? Si era así, ¿cómo era posible que hubiera permitido que Camila se casara con él? —No sé por qué utiliza el apellido de su madre, pero gracias a eso y a los años que han pasado, no caí en la cuenta de quién era hasta poco después de que estuvo aquí en casa para pedir la mano de Camila y ambos se casaron —continuó explicando James ante el mutismo de Andrea—. Cuando fui al banco para buscar ayuda para salvar la empresa, no sabía que le estaba pidiendo un préstamo a él, a mi sobrino, al hijo del hombre que condené a la cárcel de manera injusta y avariciosa… Te juro que en ese momento no lo sabía.—Realmente, creo que el tema de su apellido es lo de menos, papá —repuso Andrea con voz inexpresiva, mirándolo fijamente—. El problema aquí es que, aunque no te hubieses dado cuenta en un primer momento cuando fuiste a pedir la ayuda, sí lo hiciste luego de que vino a pedir la m
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CAPÍTULO 77 – Alex, somos primos.
Alex frunció el ceño al ver que su amigo mantenía el teléfono en sus manos, observando la pantalla con una expresión de indecisión. La luz del teléfono se reflejaba en su rostro, resaltando la sorpresa en sus ojos.—¿Qué te sucede, Leo? ¿Por qué no atiendes? —preguntó, desconcertado.—Alex, es Andrea —respondió Leo, alzando la mirada hacia su amigo. —¿Andrea? —repitió, haciendo una mueca de incredulidad. Leo asintió, antes de preguntar:—¿Qué querrá? —No lo sé, pero si no atiendes tampoco lo averiguaremos —respondió Alex, arrebatándole el teléfono de las manos, mientras se ponía de pie. —Oye, no es bueno que te escuche en un sitio como este… —dijo Leo con un gesto de incomodidad—. ¿Qué crees que pensará si oye que estás en un lugar como este mientras su hermana está en coma? Alex lo pensó por un momento. Leo tenía razón, no podía dejar que Andrea malinterpretara la situación. Pensativo y sintiendo cómo el móvil sonaba una y otra vez, se humedeció los labios y rechazó la llamada,
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CAPÍTULO 78 – Hablemos con tus abuelos.
Alex abrió los ojos de par en par. ¿Qué diablos estaba diciendo aquella muchacha? ¿Acaso el accidente de su hermana le había afectado tanto como para inventar cosas completamente absurdas?—Andrea, por favor, ¿qué estás diciendo? ¿Acaso te has vuelto loca? —preguntó en un tono sarcástico mientras alzaba las cejas.Por su parte, Leo alternaba la mirada entre su amigo y aquella muchacha, aunque realmente le costaba apartarla de esta última, atento a sus palabras.—Alex, lo que te estoy diciendo no es parte de un ataque de esquizofrenia ni de ningún tipo de locura —aclaró Andrea, mirándolo fijamente—. Esto, tristemente, es la verdad. Alex negó con la cabeza, completamente incrédulo. Lo que estaba diciendo Andrea no tenía ni pies ni cabeza.—Es imposible que seamos primos —repuso con firmeza.—Sé que te puede resultar sumamente difícil de comprender, pero mi padre me lo acaba de confesar. —Andrea bajó la mirada en un gesto de pena.—¿Qué? ¿En serio vas a creerle esa absurdez? —exclamó.—
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CAPÍTULO 79 – ¿Escuchaste eso?
—Es mi abuela... —respondió, tomando la llamada.¿Qué era lo que quería a esa hora? ¿Acaso sabía lo que le había sucedido a Camila? Y si así era..., ¿cómo se había enterado? —¿Qué? ¿Tu abuela? —preguntó Leo, igual lo más sorprendido que Alex—. ¿No se supone que ella ya debería estar en la cama?—Eso creí —respondió Alex, mirando la pantalla de su teléfono.Andrea alternó la mirada entre Leo y Alex, frunciendo el ceño antes de decir:—¿No piensas atender?Alex cerró los ojos por un par de segundos y suspiró, antes de volver a abrirlos y deslizar el dedo por la pantalla de su móvil.—Hola, abuela. ¿Qué sucede? —preguntó, llevándose el móvil a la oreja.—Hijo, ¿qué ha pasado? ¿Por qué no me has llamado? —inquirió Elizabeth con tono autoritario.Alex frunció el ceño, desconcertado. ¿Por qué diablos le estaba recriminando aquello a esa hora de la noche?—¿Has visto la hora que es? La anciana soltó un profundo suspiro.—Por eso mismo, ¿en qué momento piensas decirme lo que pasó con Camila
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CAPÍTULO 80 – ¿Gabriel sabe que no es hijo de Mark?
Tras llamar al timbre, la puerta se abrió prácticamente de inmediato, como si Elizabeth estuviera al otro lado, esperándolos con impaciencia. La luz tenue del recibidor apenas iluminaba su rostro, creando un aura de misterio a su alrededor. Sus ojos, cansados pero determinados, se clavaron en los de Alex y de Andrea, como si pudiera leer en sus almas. El silencio se hizo presente por un instante, antes de que Elizabeth rompiera el hielo con un gesto hacia el interior de la casa. —Por favor, pasen —los invitó, haciéndose a un lado, para permitirles entrar.Andrea y Alex intercambiaron una breve mirada, antes de asentir y adentrarse en la vivienda.—Vamos a la biblioteca —repuso la anciana, tras cerrar la puerta con cuidado—. Allí podremos hablar mucho más cómodos.Tras decir esto, Elizabeth comenzó a andar, y Alex y Andrea, la siguieron en silencio.Una vez en el interior de la opulenta biblioteca, la mujer se sentó en uno de los sofás frente a la chimenea y, con un gesto de la mano,
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