Todos los capítulos de La Pequeña Esposa del Magnate Criminal: Capítulo 31 - Capítulo 40
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CAPÍTULO 31 – Determinación y oscuridad.
Al leer esto, el corazón de Camila comenzó a latir descontrolado. ¿Qué significaba aquello? Rápidamente, con manos temblorosas, abrió el correo y descargó la fotografía. Acto seguido, abrió el archivo y su corazón le dio un vuelco, mientras las lágrimas, que había intentado contener, comenzaron a rodar por sus mejillas. La fotografía mostraba a su esposo en un restaurante…, besando a… ¡Irina! —¡Maldito! —dijo con la voz estrangulada por el llanto—. ¡Eres un maldito! Sabía que él no la amaba, pero… ¿hacerle eso? ¿Por qué? ¿Por qué se había casado con ella? Pero, ya que lo había hecho, ¿por qué no la dejaba en paz y la dejaba ir antes de que se enamorara aún más de él? —Señora, ¿se encuentra bien? —preguntó Mary, colocando una mano sobre su hombro y mirándola con preocupación. —S-sí —respondió, tragando saliva con dificultad e intentando recuperar la calma, mientras se ponía de pie. —¿A dónde va? —inquirió la empleada, abriendo los ojos de par en par. —A trabajar —respondió Cam
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CAPÍTULO 32 – ¿Qué diablos está pasando?
—¿Has visto a Camila? —preguntó Alex con el ceño fruncido, mirando a la recepcionista.Llevaba más de media hora buscándola y no sabía dónde se había metido. ¿Qué le pasaba? ¿Cómo era posible que desapareciera en su segundo día de trabajo?Por un lado, se sentía furioso, dado que necesitaba que terminara con las tareas de ese día, pero, por el otro, no podía evitar sentirse preocupado.—No lo sé, señor, acabo de llegar. Quizás mi compañera… —comenzó a responder la recepcionista.—Llámala —ordenó Alex, interrumpiéndola.La joven, sorprendida por la reacción de su jefe, quien siempre se mostraba tranquilo y apacible, a pesar de ser un hombre sumamente exigente, se apresuró a obedecer; mientras se preguntaba por qué se veía tan impaciente por la ausencia de su secretaria.La mujer llevaba seis años trabajando en la empresa, en el mismo puesto, y jamás había visto que Alex Johnson reaccionara de esa manera ante algo que tuviera relación con alguna de sus secretarias.No podía evitar pregu
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CAPÍTULO 33 – Es peor que un demonio.
Camila vio el rostro crispado de Alex, y abrió los ojos de par en par. ¿Qué hacía allí y por qué se lo veía tan alterado?—Señor, ¿usted es…? —preguntó el médico, frunciendo el ceño.—Alex Johnson —respondió Alex, sin rodeos—. Soy el jefe de la señorita —añadió, mirando a Camila, quien lo observaba boquiabierta.—¡Oh! —exclamó la enfermera, sorprendida—. Es cierto, es el señor Johnson. Lo sentimos mucho, señor —se apresuró a decir la mujer, juntando sus manos frente a ella y haciendo una ligera reverencia.Alex hizo un gesto de disgusto, pidiéndole que se detuviera, y miró al médico fijamente, esperando una respuesta.El hombre, visiblemente incómodo, se humedeció los labios y cambió el peso de su cuerpo, de un pie a otro, antes de carraspear y decir:—Verá, la señorita se desmayó en su empresa y ese amable señor —Señaló hacia la puerta, donde, del otro lado, Thomas aún permanecía sentado—, llamó a emergencias y la trajo a urgencias.Alex miró al médico por un segundo más, antes de en
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CAPÍTULO 34 – No me importas.
Cuando ambos salieron del hospital, se encaminaron hacia el garaje, en donde Alex abrió la puerta del coche para que Camila se montara.Camila pasó a su lado y, tras intercambiar una intensa mirada con él, se montó en el asiento del copiloto y se colocó el cinturón de seguridad.Una vez que Alex cerró la puerta de Camila, rodeó el Cullinan y se sentó tras el volante. Había salido tan rápido de la empresa que no había tenido tiempo de esperar a Xavier, por lo que ahora no le quedaba más remedio que conducir de regreso a la mansión.Mientras Alex conducía, él y Camila se sumergieron en un tenso silencio y ambos eran capaces de notar la distancia que se había instalado entre ellos, luego de lo sucedido en el hospital.Si bien no habían sido tan cercanos hasta ese momento, ahora, la distancia era abismal, en comparación.Después de varios minutos y sintiéndose incómodo, algo impropio en él que siempre era tan seguro de sí mismo, miró a Camila de reojo y comprobó que ella se encontraba sum
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CAPÍTULO 35 – ¿Qué oculta detrás de ese gesto?
La tarde siguiente al desmayo que Camila había sufrido y que la había llevado al hospital, esta, pese a las recomendaciones del médico de hacer reposo, se encontraba en la empresa. —¿Tengo que ir? —preguntó Camila, sorprendida—. ¿Tú irás conmigo? Alex la miró fijamente y suspiró: —Sí, es obligatorio que vayas. No puedes faltar. Es una cena muy importante y no puedes perder ese negocio. Y no, no iré contigo. A partir de ahora no solo eres mi secretaria, sino que también estás a cargo de todo lo relacionado con World TV. Acto seguido, bajó la mirada. Quería probar hasta qué punto podía seguir confiando en Camila, después del cambio que ella había dado con respecto a cómo reaccionaba ante él. Además, colocarla en ese puesto, quizás haría que se suavizara, aun cuando sabía que esto quizá traería más problemas, debido a la promesa que le había hecho a Irina. Sin embargo, si todo salía según lo que tenía en mente, esta podría llegar a ser una jugada maestra, en pos de mantener su plan d
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CAPÍTULO 36 – Encuentro con Thomas.
En un gesto repentino, Camila posó sus manos sobre el pecho de Alex, y lo apartó de ella de un empujón firme pero suave. Su expresión era una mezcla de sorpresa y de rabia contenida.—¡No! —exclamó, apartándose un paso hacia atrás—. No puedes simplemente besarme así, Alex. No después de todo lo que ha pasado.Alex frunció el ceño, sorprendido por la reacción de Camila. Había esperado que cediera ante el beso, que se dejara llevar por el momento. Pero Camila ya no era tan fácil de manipular como lo había sido tiempo atrás.—¿Qué pretendes? ¿Por qué te empeñas en jugar conmigo, Alex? —insistió Camila, con una mirada desafiante, mientras apretaba los dientes, llena de impotencia—. Ya no soy tu títere, ya no puedes manipularme a tu antojo.La voz de Camila temblaba ligeramente, pero su determinación era clara. No iba a permitir que Alex la tratara de esa manera, no iba a dejar que la hiciera sentir vulnerable ni jugara con ella a su antojo.Alex, por su parte, guardó silencio por un momen
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CAPÍTULO 37 – ¿Qué hay de ti?
Al ver a Camila con Thomas, su rostro se transformó en un gesto que la muchacha no fue capaz de comprender, y se acercó a ellos con firmes y decididos. Su mirada estaba fija en Camila, como si fuera capaz de atravesarla con la intensidad de sus ojos. Su mandíbula estaba tensa, y sus ojos brillaban con una mezcla de ira y desdén.La había visto salir de la empresa y adentrarse en la cafetería. Pensando en que quizás se ausentaría para prepararse para la cena de esa noche, con sus abuelos, salió rápidamente en su búsqueda, con la intención de decirle algo que olvidó de inmediato al entrar en la cafetería y ver que Camila se encontraba charlando animadamente con Thomas Jefferson.En ese momento, no pudo evitar sentir que el enojo se apoderaba de él. ¿Qué hacía Thomas allí? ¿Acaso no lo había despedido? Pero, sobre todo, ¿por qué se encontraban reunidos?Al llegar junto a Camila, se detuvo, irguiéndose en toda su altura, antes de dirigirse hacia su esposa.—¿Qué estás haciendo aquí, Camil
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CAPÍTULO 38 – ¡Me las pagarás!
Luego del enfrentamiento con Alex y de lograr deshacerse de él y de sus celos, los cuales no tenían ni el más mínimo sentido para ella, Camila se encaminó hacia el centro comercial más cercano.Necesitaba dos vestidos nuevos, uno para esa noche y otro para la cena de negocios a la que tendría que asistir en dos días.Sabía que podía esperar para comprar ese último, teniendo en cuenta que su cuerpo podría cambiar mucho en tan solo siete días, pero, contrario a su hermana, a ella no le gustaba para nada la idea de ir de compras, por lo que decidió matar dos pájaros de un tiro, tal y como solía decir su padre.Para su fortuna, ese día, las náuseas la habían dejado bastante en paz, por lo que esperaba que no la atacaran durante la cena. Durante el último tiempo, se había percatado de que había pocos alimentos que podía tolerar. Entre ellos, la carne. Así que esperaba que a los abuelos de Alex no se les ocurriera preparar nada por el estilo.Una vez en el centro comercial, se encaminó haci
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CAPÍTULO 39 – ¿Acaso él era quien…?
Esa misma noche.Camila aún se sentía ofuscada por el encontronazo que había tenido con Irina y se sentía angustiada por lo que aquella mujer sabía. No la conocía y no sabía de qué era capaz de hacer con esa información.Desde que se había metido en el vestidor, después de la respuesta que le había dado, el corazón le latía con fuerza, producto de la ansiedad que le producía el miedo y la incertidumbre de no saber cuáles serían sus siguientes pasos.Ahora no solo tenía que preocuparse por lo que tenía que enfrentar con respecto a Alex, sino que, además, tenía que estar atenta a los movimientos de Irina.Inspiró profundamente y se miró en el espejo, luciendo uno de los dos vestidos que había escogido aquella tarde, a pesar de que al ver a Irina lo último que quería había querido hacer era continuar de compras.Se trataba de un vestido azul, acampanado y finamente bordado.Después de mirarse en el espejo de cuerpo entero de su habitación y de asegurarse de que estaba perfecto, corroboró
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CAPÍTULO 40 – El pasado de Alex.
Luego de la cena, Elizabeth se puso de pie, con elegancia, y miró a Camila.—¿Me acompañarías a la biblioteca, cariño? —preguntó, esbozando una sonrisa—. Dejemos a los hombres hablar a solas.Aquel último comentario sorprendió a Camila, quien no estaba acostumbrada a ese tipo de comportamiento. Sin embargo, no dijo nada y simplemente asintió, mientras se ponía de pie.Acto seguido, ambas mujeres salieron del comedor y atravesaron el pasillo que se encontraba junto a la escalera, de camino hacia la biblioteca.Al llegar a aquella habitación, Elizabeth se adentró, encendiendo las luces a su paso, permitiendo que Camila observara la estancia con la boca abierta. Si bien en la villa en la que vivía con Alex había una biblioteca enorme, era completamente inferior a aquel recinto en el que se encontraban en ese momento.Las estanterías no solo estaban repletas de libros, sino que abarcaban prácticamente todas las paredes, a lo ancho y a lo alto, dejando únicamente espacio libre para un gran
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