A primera hora de la mañana, Marcus abrió pesadamente los ojos, parpadeó un par de veces, enseguida volteó para ver el cuerpo desnudo que yacía profundamente dormido a su lado. Una oleada de frustración e ira comenzó a crecer dentro de su pecho al reconocer la larga cabellera oscura y las tersas curvas pertenecientes a Maya.—¡No, no, no! —Estalló en un rugido ahogado, apartándose de ella como si le quemara el contacto— ¿Por qué demonios sigo cayendo en tus redes una y otra vez? Se incorporó de un salto, tirando las sábanas al suelo con brusquedad mientras caminaba desnudo por la habitación. Un frío sudor recorría su espalda al darse cuenta de que, una vez más, su cuerpo lo había traicionado entregándose al deseo carnal con la misma mujer que lo había humillado de la forma más ruin al exponer su pasado.—¡Maldita sea! —Masculló entre dientes con profunda amargura, clavando su mirada cargada de reproche en la figura de Maya— Me muestro como un completo idiota ante ti, vulnerable y dé
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