Maxim se quitó el saco y lo dejó a un lado, avanzando hacia el patio trasero mientras se desabrochaba las mangas de la camisa. A cada paso, las risas de sus hijos se volvían más fuertes.Al llegar al umbral de la puerta, Maxim se detuvo y apoyó un hombro en el marco de la misma. Sonrió al ver la escena que se desarrollaba frente a él. Su esposa corría detrás de sus hijos, que la esquivaban con risas y brincos para evitar ser atrapados.Valeria llevaba un vestido floreado que le llegaba a medio muslo, su cabello caía libremente sobre su espalda y una enorme sonrisa adornaba su rostro. La recorrió lentamente con la mirada. Después de dos embarazos, se vía aún más bella. Maxim no podía esperar para poner sus manos sobre ella.Había pasado un par de días fuera de la ciudad, resolviendo asuntos de negocios, y durante cada momento había extrañado a su esposa y a sus hijos. Ya no viajaba tanto como antes y odiaba cada vez que debía alejarse de ellos.—¡Papi! —chilló su hija antes de comenzar
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