Domenico se despertó con Natasha prácticamente encima de él, su mejilla descansando pacíficamente sobre su pecho. La habitación estaba suavemente iluminada por la única lámpara de mesa encendida. No estaba seguro de la hora, pero probablemente pasaba de la medianoche.Durante un largo momento, Domenico se dedicó a observar a Natasha en silencio, sus dedos trazando suaves caricias sobre su cabello. Ella debía estar reamente agotada porque no se inmutó, aunque era comprensible. Horas atrás, después de regresar de un paseo por la ciudad, le había hecho el amor con desenfreno. No importaba cuantas veces la tomara, seguía ansiando más de ella. Las últimas dos semanas, habían hecho el amor en cada rincón del departamento que habían rentado para su luna de miel, aprovechando cada oportunidad. En más de una ocasión, habían cancelado planes, incapaces de resistir a la atracción irresistible que sentían el uno por el otro.La necesidad de ir al baño lo obligó a moverse. Con cuidado, se deslizó
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