—Tengo que admitir que me has sorprendido, querido —sonreí, haciendo una reverencia juguetona en cuanto tomé su mano.—Es la primera vez que me pones un apodo —respondió, levantándose—. Me encanta, aunque preferiría que me dijeras: mi amor, bebé, cariño, papi —insinuó.—No te adelantes, Jax. Te dije que soy una mujer difícil y si quieres enamorarme, tendrás que ir lento y ser romántico, con este picnic en la playa acabas de ganar puntos —le guiñé un ojo.—Luego el egocéntrico soy yo, eh —afirmó.Le eché una mirada fulminante. En cuanto giré mis ojos también pude notar que había un pequeño equipo de sonido, era más como una radio en donde se podían meter discos. —¿Tendremos a este hombre a nuestro lado en todo momento? Porque me siento un poco incómoda si nos observa así de serio —murmuré, acercándome al oído de Jax. El camarero estaba parado con firmeza, no se inmutaba ni a sonreír pero nos quedaba viendo con una expresión seria y los ojos casi cerrados, esperando recibir una orden,
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