―Tranquila, eso jamás pasará, siempre y hasta que lo desees, estarás en la mitad. En medio de los dos como hemos deseado. Sus palabras me hacen suspirar hondo. ¿En la mitad? No como un obstáculo, sino, como parte de ellos. Eso es más de lo que podría pedir. Y también es suficiente para que me lance sobre él por sorpresa, lo tome del cuello atrayéndolo, atrape sus labios y le bese. Él solo parpadea. No se aparta, me deja besarle por tan solo un instante. Ceso de besarle en la boca y lo hago alrededor de su cara lamiendo el chocolate, y volviendo sobre boca, hasta que paro y nos miramos. Su cara de felicidad por un momento me... hipnotiza. Me contagia la alegría que siento por lo que ha dicho. ―Parece que se divierten mucho. La intempestiva voz de ogro de Eliot desde el umbral de la puerta irrumpe de forma abrupta el pequeño momento de placer y complicidad que tenemos Ferran y yo. Y si él está allí es porque el tiempo se nos fue volando
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