Disipando sus pensamientos, Isaac agitó la cabeza. Moviendo los mechones de pelo que cubrían el inicio de su frente. Llegó a una casa y se paró firme frente a las puertas. Giró la vista a la izquierda, luego a la derecha, comprobando que no viniera nadie. Después, saltó. Sus pies se colocaron exactamente sobre el muro. Con las rodillas dobladas y una mano deteniéndose de la esquina, volvió a saltar. Cayendo sobre las tejas, caminó sin prisa. Cuando estuvo cerca del otro lado, agachó todo su cuerpo. Pegando el pecho a las tejas, impulsándose con los brazos se deslizó lentamente a la orilla. Desde ahí, obtuvo una vista completa al patio de su propia casa.Esperó por un momento algún movimiento sospechoso. Sin embargo, no hubo señales de vida por ningún lugar. Solo el árbol se agitaba tranquilamente llenando el patio de hojas secas; mientras el agua se mantenía pacífica dentro del balde, reflejando al joven sobre el techo. Isaac tomó una teja, arriesgándose, la lanzó. Voló por
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