Al día siguiente, Isaac se levantó temprano. Sus hermanos seguían dormidos en sus camas. En toda la noche no había conseguido dormir, debido a que su mente no lo dejaba descansar en paz por las preocupaciones que lo acechaban. Suavemente, se quitó la sábana que lo envolvía. Cansado de estar acostado, se puso las botas para luego abandonar la habitación.Afuera, el sol todavía no había salido. El ambiente estaba cubierto por una capa gris mientras una fría brisa lo acompañaba. Salió a la calle desolada, donde ni una sola alma vagaba a esa hora de la madrugada. Caminó tranquilamente por un tiempo. Hasta que, inconscientemente, llegó a la calle de la casa de Sofía. Sus píes se habían movido por voluntad propia al lugar donde deseaba estar; en tanto, en todo el camino, su mente se distraía a propósito, queriendo engañarse él mismo.El silencio inundó sus oídos. Solo el trote de sus zapatos hacía eco en las calles, se escuchaba, resonando a lo largo de las frías rocas q
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