Maximiliano se mantuvo firme frente a su hijo, confundido con la respuesta que había recibido.—¿Qué?—Que no lo haré, no haré lo que me pides, no dejaré a Isabella, no la enviaré al campo, ni la exiliaré… Y tampoco, te firmaré el poder que quieres. — Recalcó Máximo con temple, sin un atisbo de dudas en su mirada.—No, no, no… ¿Qué estás diciendo, Máximo? — Preguntó Maximiliano, incrédulo a lo que escuchaba.—Lo que escuchaste, padre, yo… Estoy enamorado de ella, amo a Isabella.—JA, JA, JA. — Explotó Maximiliano en una sonora carcajada, girándose sobre los talones, para recorrer la oficina.—¿De qué te ríes? ¿Qué te causa tanta gracia? — Máximo apretó los puños, comenzando a sentir la chispa de la furia ante la burla.—¿Tu enamorado de la indigente? — Maximiliano volvió a girarse para mirar a su hijo, mientras intentaba contener la risa. — Por favor, no seas ridículo.—No me importa si no me crees… — Máximo apretó la mandíbula, la rabia se hacía cada vez más fuerte. — No haré
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