Minerva la contempló con desdén desde el suelo, a lo que unos fuertes aplausos llamaron la atención de ambas. —¡Muy bien! —exclamó Apollo, chocando las palmas—. Supongo que no es necesario decirlo, pero, aun así, declaro ganadora a Andrómeda —articuló—. ¡Guardias! —vociferó, a lo que un par de lobo
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