GraceOwen me había despertado varias veces durante el día, su tacto ligero y cuidadoso rompiendo la barrera del sueño. Cada contacto, aunque suave y lleno de cariño, encendía mi cuerpo con chispas que me llevaban a la locura.Era una locura dulce, nacida de la conexión profunda que compartíamos, una que iba más allá de la simple proximidad física. Era como si, con cada toque, se reafirmara la promesa silenciosa de estar siempre el uno para el otro, sin importar los desafíos que enfrentáramos.Varias horas después, sumidos en ese estado de semi consciencia que el agotamiento y la seguridad momentánea nos permitían, un golpe en la puerta cortó abruptamente la tranquilidad que nos envolvía.El sonido, seco y urgente, resonó en el pequeño espacio, trayendo consigo la cruda realidad de nuestra realidad.—Grace, tenemos que irnos. —La voz de Roma, firme y clara, atravesó la niebla de nuestra intimidad, trayéndonos de vuelta a la realidad con una claridad desgarradora.—Mierda, me quedaría
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