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Todos los capítulos de Mi hermana, mi esclava.: Capítulo 71 - Capítulo 80
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71. Soy tuya por siempre.
Mantuvo el chorro de agua directo en la zona más sensible de la feminidad de su esposa mientras sus caderas bajaban y subían al mismo ritmo en que ella lo hacía, en que se dejaba caer en busca de más, y él le daría más. Él necesitaba más porque jamás tenía suficiente de su cuerpo.El placer que estaba experimentando en ese momento era brutal; con el embarazo, se encontraba mucho más sensible y Amir lo sabía y se aprovechaba de eso para hacerla gemir.— Mi amado y tramposo esposo — jadeó ella con la voz afectada, rotando sus caderas subiendo y bajando, aferrada a sus hombros.Sus ojos se encontraban cerrados y aún así ella podía imaginar el rostro de él en esos momentos, disfrutando de su cuerpo de la misma manera que lo hacía ella.— Mía... Eres mía por fin.No podía más, necesitaba hacerlo a su manera. Soltó la ducha y llevó las dos manos a sus redondeadas nalgas para alzarse con ella y llevarla hasta el borde del jacuzzi sin salirse de su interior, reposando su trasero ahí solo para
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72. ¿Como ocurrió?
Después de un rato de estar besándose y ya calmados, Amir salió del jacuzzi, agarró una toalla y ayudó a salir a su esposa. No la dejó siquiera poner los pies en el suelo, la tomó en brazos y la llevó hasta la cama.—Descansa, mi amor —dijo Amir con ternura mientras la acomodaba suavemente sobre las sábanas y se dejaba caer a su lado para luego taparse y taparla para que no cogiera frío.Irina sonrió apoyando la cabeza en la almohada y observándolo con todo ese amor que tenía para darle, sintiéndose amada y reconfortada por su esposo, pegándose más a él, le era tan necesaria su cercanía.—Gracias, Amir. Estoy completamente agotada, pero estar contigo aquí es todo lo que necesito —respondió, acariciando su rostro.Amir la abrazó con cariño, acariciando suavemente su cabello y dejando besos en su rostro y cuello a ratos, mientras llevaba su mano hasta la pequeña tripa que había empezado a formarse en el abdomen siempre plano y terso de Irina.—¿Ya has pensado en algún nombre? —preguntó
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73. Asad está gritando.
Irina se despertó esa mañana entre los cálidos brazos de Amir, sintiendose a salvo entre la protección y el amor de su esposo. Unos sonidos del exterior de la habitación interrumpieron la suave melodía del despertar, lo que la llevó a emitir un leve gemido de queja contra el cuello de Amir.— ¿Qué ocurre? —murmuró, aferrándose a Amir con fuerza, sin querer separarse de él, mientras deslizaba la nariz por su cuello para inhalar su reconfortante aroma refugiándose un poco más en su abrazo odiando que la vida fuera de su cuarto, fuera de su bonita burbuja de amor les distrajera de lo que realmente era importante para ella, ellos dos.— No estoy seguro, pero parece que Asad está gritando —respondió Amir. intentando resistirse al ligero ronroneo de satisfacción que emitió su esposa en el instante en que la rodeó más fuerte entre sus brazos.Dejó un beso en su frente y suspiró fastidiado porque lo que menos le apetecía era saber lo que ocurría fuera, quería quedarse en la cama y volver a di
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74. Te guste o no.
Amir no batalló para convencer a Said de volver a casa. Aunque Said no deseaba casarse, la forma en que su hermano le juró evitar esa boda le infundió una confianza inquebrantable. Sabía que si Amir daba su palabra, la cumpliría sin titubeos.Al llegar a casa, la calidez del hogar los envolvió. Irina fue la primera en recibirlos, lanzándose a los brazos de su esposo con un brillo de alegría en sus ojos. Amir la atrajo hacia él en un abrazo apasionado, rodeando su cintura con ternura y saboreando sus labios con devoción. En ese instante, el mundo entero se desvaneció para Amir; solo existía Irina, su amor, su vida.—Te extrañé—murmuró Irina contra sus labios, aferrándose a él con más fuerza—. No viniste a despedirte y me preocupé.—Tienes razón, cariño, pero era necesario solucionar el problema cuanto antes—respondió Amir con seguridad, rozando la nariz de su esposa con ternura. Cualquiera que los viera interactuar no podría creer que se trataba del mismo Amir que cargaba con el peso d
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75 ¡Harás lo que yo diga!
El rugido del motor del Mercedes Benz resonaba en las calles de aquella ciudad Tuca, Nadia apretó los puños con frustración mientras observaba por la ventana del coche los edificios pasar a toda velocidad.Se dirigía a un futuro prefabricado, un matrimonio por conveniencia con un hombre al que ni siquiera conocía. Su padre, sentado a su lado, miraba hacia adelante con expresión seria, como si estuviera contemplando un horizonte lejano.— Siempre me dijiste que podría elegir a mi esposo, que yo podría decidir a quién amar —se quejó Nadia indignada, viendo cómo el fin de su libertad se acercaba un poco más a cada segundo—. Del mismo modo en que tú solo tuviste una esposa por amor. No quisiste tomar una segunda esposa ni siquiera volviste a casarte el día en que ella murió, asegurándote un heredero y teniéndome como única hija. Y ahora comprometes mi vida a un hombre que no conozco.Su padre, un hombre de negocios adinerado y tradicional, había decidido que era hora de que su hija sentar
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76. Solo hazme una señal Said.
La puerta sonó y la futura prometida de Said esperaba por conocerlo. Irina estaba en la habitación de su hermano intentando controlarlo mientras Asad y Amir recibían una mala visita y, por supuesto, también un futuro socio para el negocio familiar.—Tú solo hazme una señal, Said, y yo fingiré desmayarme —aseguró Irina—. Aún así, recuerda lo que te dijo Amir, no vas a casarte, solo a comprometerte. Hay parejas que pasan años comprometidas.Said sonrió con pesar, sintiendo cómo de repente el mundo pesaba demasiado, cómo se hacía consciente de la gravedad que lo rodeaba y solo quería dejarse caer al suelo y no levantarse.—Yo no quiero herir a ninguna mujer. No quiero hacer sentir a nadie desdichada. No puedo casarme con ella ni comprometerme —explicó Said, pensando en la mujer con la que debía comprometerse—. Y luego romperé el compromiso a última hora. ¿Sabes lo que eso puede hacerle a una mujer? La juzgarán, le dirán que no fue digna de que continuara con el compromiso. La culparán po
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77. ¿Te gusta viajar, Nadia?
La comida se desarrolló mejor de lo esperado. Los dos padres parecían coincidir en muchos temas, mientras que Said y Nadia se mostraban molestos por la actitud de sus progenitores. Irina se esforzaba por mantener a la joven ocupada en una conversación. Normalmente, en este tipo de comidas familiares, los hombres y las mujeres conversaban por separado, e incluso a veces comían en mesas diferentes.Mientras los platos se iban sucediendo y las conversaciones fluían, Irina se esmeraba por mantener a Nadia entretenida, tratando de desviar su atención del compromiso.—¿Te gusta viajar, Nadia? —preguntó Irina buscando un tema neutral.Nadia asintió, agradecida por el cambio de tema.—Sí, me encanta. He tenido la suerte de visitar varios países acompañando a mi padre. ¿Y tú? —preguntó la joven, agradecida por poder distraerse hablando de algo que no fuera su futuro matrimonio.Irina sonrió, encantada de tener la oportunidad de conocer más a la joven. No solía tener mucho trato con mujeres y e
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78. No dudaré en derramar sangre.
Sven no estaba convencido de la idea de William de irrumpir en ese momento en la mansión de Asad. No es que no tuviera asuntos que resolver allí o enigmas por descifrar, pero tal vez interrumpir una reunión familiar no era lo más adecuado. Se arriesgaban a crear un enemigo antes de tiempo.—No sé si sea adecuado presentarnos en casa de Asad sin avisar —dijo Sven mientras conducía el coche de William hacia la mansión.—No lo es, no es nada adecuado, pero no me importa —aseguró el americano, visiblemente molesto. Sabía que en ese preciso instante Said, el amor de su vida, estaría conociendo a su futura esposa, o al menos a la mujer con la que lo querían casar.—Debes disimular. Asad es un hombre peligroso y si sospecha de tu relación con su hijo, tú serás el primero en morir —advirtió Sven.William soltó una carcajada.—¡Bah! No es tan fácil matarme ni siquiera para él. Llevo años preparándome para una guerra con ese hombre, para arrancarle a Said de las manos y sacarlo del país.—Enton
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79. Y usted es… ¿Nos conocemos?
Nadia observaba la escena, comprendiendo de repente la realidad que ataba a Said. La imposibilidad de elegir pareja libremente, de estar con la mujer que amaba. Un pensamiento fugaz cruzó su mente: ¿sería esa mujer una persona casada, o tal vez divorciada?En este mundo, el origen de una mujer importaba poco, siempre y cuando conservara su pureza y castidad. Nadia estaba segura de que el padre de Said no se habría opuesto a una artista como pareja para su hijo. El futuro de una mujer no era relevante, pues se asumía que su único destino era ser madre y esposa obediente.Un amargo sarcasmo se apoderó de Nadia mientras arrancaba un pétalo de la rosa. Recordó la reacción de su padre cuando le confesó su amor por un pintor: la había juzgado y condenado, asegurando que esos artistas solo conducirían a la ruina a una familia como la suya. Como si alguien pudiera amenazar la vasta fortuna que poseían, dueños de un tercio de los pozos petrolíferos de Irán.Sin embargo, la preocupación actual
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80.¿Se encuentra bien?
William, un maestro en detectar las debilidades de sus adversarios, se encontraba en una posición incómoda. En ese momento, su peor enemigo era Asad, el hombre que caminaba a su lado hacia el salón. La mirada penetrante de Asad lo incomodaba, y esa sonrisa no lograba disipar la sensación que tenía de que algo no andaba bien.—¿Se encuentra bien? —se atrevió a preguntar de repente, algo que ni siquiera sus hijos se habían atrevido a preguntar a Said desde que lo vieron usando un bastón—. Siento que ese bastón se le hace cada vez más imprescindible. ¿Está enfermo?Asad, con una sonrisa de oreja a oreja, respondió a William, aunque su expresión parecía contradecir sus palabras.—Algo así. Pero eso no va a matarme. Solo es una gota.—Oh... ya entiendo —respondió William, sin saber qué creerle.Inquietud en el aire:Mientras tanto, Amir e Irina observaban con sorpresa desde el umbral de la sala. La presencia inesperada de William había desconcertado a ambos, y su expresión confundida lo re
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