Voy en el auto de regreso a la casa, del otro carril de la carretera los bomberos se dirigen hacia la casa de Amanda donde muy seguramente ya solo quedan las cenizas de esa perra, de su gigoló y de su estúpido guardia. Sigo conduciendo sin sentir ni una sola pizca de resentimiento, sin sentir miedo, sin sentir dolor, solo euforia y adrenalina. Son las primeras personas a las que asesino, pero la conciencia no me está dando azotes. Estoy demasiado jodida como para sentir cargo de conciencia, pues, todos ellos se merecían eso y más. A esta hora deben estar en alguna zanja enterradas las partes de Nathan, su cabeza sin dientes, sus brazos y manos sin uñas, sus piernas, cada miserable parte de ese infeliz y desalmado monstruo y sí, sé que actuamos igual o peor que ellos, pero estamos cansados, estamos hartos de ser derribados una y otra vez, de ser humillados, de que quieran acabar con nosotros así que debemos ponernos al mismo nivel del juego y este juego siempre ha sido despiadado, siem
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