Enola cerró los ojos, lista para recibirlo y aceptar su destino, pero su loba que aún vivía en ella, no la dejó. Agitada y casi dominada por la excitación, se lo quitó de encima y acomodó su albornoz, ¿Qué estaba a punto de hacer? Se preguntó mirando al hombre realmente sorprendida. ―Lo siento. ―Se
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