Pedro no insistió más. Ante la continua resistencia de Anna, ordenó a los guardaespaldas que la ataran en el borde de la cama.Antes de que todos salieran, Elena, aún preocupada, preguntó: —Bella, ¿no te pasará nada, verdad?—No, estoy bien —respondió Bella, mirando a Anna, que no podía moverse—. No tiene tanta capacidad.—Cualquier cosa que necesites, solo grita. Estaremos en la puerta. —le indicó Elena.Bella asintió.Pronto, todos en la habitación se marcharon, dejando a Bella y Anna solas.Bella cerró con llave la puerta.Anna seguía con una expresión de pánico y miedo, gritando con dolor: —¡Lárgate, no te acerques!Bella no se apresuró a hablarle. En su lugar, se sentó en una silla y observó el cuarto.Las paredes eran de un blanco inmaculado, y la habitación estaba equipada con una sencilla cama de hierro, una mesa de café y algunas sillas. El techo, además, contaba con una barra móvil para colgar botellas de suero, lo que le daba un toque más humano al espacio.Después de examin
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