Al escuchar las palabras de Elio, Carlos no se convenció.—¡No me venga con esas evasivas! —le espetó, con frialdad.»La otra vez nos encontramos por casualidad cuando yo estaba comiendo con Bella. Y ahora, esa mujer, que me ha tendido una trampa, apareció justo antes que usted en este mismo restaurante de té. Y antes también coincidió con Bella en una tienda de antigüedades. ¿De verdad espera que me crea que todo eso son meras casualidades?Elio, sentado erguido y sonriendo con sutileza, le respondió.—Carlos, ¿acaso estas cosas tan normales le parecen tan extrañas? No dudas de que me gusta, ¿verdad?»Sí, la señorita Fernández es una mujer atractiva y noble, incluso alguien tan exigente como Laura la aprecia mucho. Usted y yo nos conocemos desde hace años, casi llegamos a ser cuñados. ¿De verdad cree que sería capaz de fijarme en la mujer que le gusta a usted?Con paciencia, Elio prosiguió: —Lo de comer juntos o encontrarnos en la tienda de antigüedades, fueron simples casualidades. Y
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