El Motel Elkton era una reliquia de ladrillos de los años cincuenta. Con su techo de hojalata, y las caravanas instaladas en el perímetro para proporcionar alojamiento extra durante la temporada alta de turismo, parecía un refugio para los grupos de motociclistas que recorrían Blue Ridge. El centro de mando móvil del FBI, grande, elegante y plateado, se veía tan fuera de lugar como un Ferrari en un aparcamiento lleno de escarabajos Volkswagen.Después de alcanzar el plano de la parcela de la propiedad de Calhoun desde el asiento de al lado, Michael salió del Taurus y se acercó a la caravana con pies de plomo. No solo no sentía ningún respeto por su jefe, sino que le caía muy mal.Al entrar, Hebert se puso un dedo en los labios y señaló hacia la sala de sonido. Su supervisor estaba hablando por el móvil, con un dedo metido en la oreja.Michael lo oyó decir «lo que usted diga, señor», y supo que Kurt estaba lamiéndole el culo a Bloomberg, otra vez. Se volvió hacia el bar para tomar un t
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